Fuera de la Caja

Les dije

Puesto que esta administración ya destruyó toda capacidad de gestión pública, cómo esperan que se evite la crisis fiscal de fin de sexenio.

El dato de actividad industrial de agosto resultó bastante malo. Aunque el indicador adelantado de manufacturas prometía un crecimiento espectacular, en realidad éstas prácticamente no se movieron, y en el total hay un ligero retroceso. Digamos que la industria está estancada. Eso corresponde a agosto, y lo poco que hay de septiembre no muestra comportamiento diferente.

Creo que el salto que prometía el indicador adelantado, y que no ocurrió, tiene su origen en la industria automotriz. Efectivamente hay ahí una dinámica que no se veía desde hace tiempo, tal vez porque las cadenas de suministro se han regularizado, al menos en parte. Producción y exportación de vehículos ligeros tiene crecimiento anual de dos dígitos, y eso lleva al algoritmo de INEGI a suponer un crecimiento elevado de todas las manufacturas. Sin embargo, el sector se ha transformado de manera muy importante en los últimos dos años. La pandemia, y eso de las cadenas de suministro, ha desordenado mucho la producción de vehículos, mientras que los equipos de cómputo, telecomunicaciones y demás han crecido mucho más rápido. Esto significa que la dinámica de este año no responde a la industria automotriz, sino a las tecnologías de la información y la comunicación: TIC, como les dicen.

Las manufacturas dependen de cuatro industrias: alimentos, bebidas, TIC y vehículos, y aunque estos últimos parezcan crecer mucho, en realidad apenas están cubriendo su rezago, y las expectativas no son muy halagadoras. No será de ahí de donde vendrá el crecimiento, a menos, claro, que por fin entienda el inepto de Palacio qué hay que corregir en materia energética. Sin electricidad limpia, tanto TIC como vehículos se nos vendrán abajo. Estos últimos, primero.

Si la industria no se mueve mucho, los servicios, según los seguimientos que pueden hacer los bancos de las operaciones diarias, apuntan a que esta columna tuvo razón: igual que en 2021, después de un mes espectacular, alrededor de Semana Santa, todo lo demás es caída. El año pasado fue marzo, en 2022 fue abril, pero la dinámica posterior es la misma: pura caída.

En consecuencia, es muy probable que agosto reporte una contracción en comparación mensual, y septiembre la repita, con lo que el tercer trimestre del año a duras penas llegará al cero. Los siguientes trimestres ya serán de contracción clara, porque los bancos centrales seguirán subiendo sus tasas. El dato de ayer de inflación en Estados Unidos fue muy negativo. Aunque la total incluso mejoró, la inflación core alcanzó máximo de décadas.

Este indicador es parecido a la inflación subyacente de México, pero no idéntico. En Estados Unidos eliminan del índice total los alimentos y la energía, mientras que en México quitamos frutas y verduras, energía y tarifas de gobierno. Como sea, están preocupados en Estados Unidos porque esa inflación está en 6.6 por ciento, mientras que aquí ya la tenemos en 7.7 por ciento. Habrá una elevación de 75 pb en las tasas de la Fed y de Banxico en sus siguientes reuniones, con lo que tendremos una referencia de 4 por ciento en dólares y 10 por ciento en pesos.

Eso significa menor demanda para los siguientes meses, que no se va a compensar con la de otros países, porque la Unión Europea está mucho peor, y China ya no volverá a crecer, sin importar cuánto tarden los colegas en darse cuenta de ello. Aunque este año todavía pueda reportar algo de crecimiento, me parece que ya muy pronto verá usted estimaciones negativas para 2023, al menos para la economía mexicana.

Con menor actividad, menor recaudación. Con estancamiento global, menores ingresos petroleros. Con altas tasas, mayor costo financiero. Por si faltase algo, elevando el conflicto con Estados Unidos y expulsando a los negociadores. Puesto que esta administración ya destruyó toda capacidad de gestión pública, no sé cómo esperan que se evite la crisis fiscal de fin de sexenio.

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