En el primer día hábil de 2023, el presidente López Obrador sufrió serias derrotas en el Poder Judicial. Tanto en la Suprema Corte como en el Tribunal de Justicia Administrativa fueron elegidas personas que él no deseaba. Estas derrotas ocurren debido a que el Presidente quería controlar el Poder Judicial, y no lo logró. Es muy importante recalcar este punto: López Obrador buscaba terminar con la separación de poderes, para concentrar de manera absoluta el poder en sus manos.
Su derrota tiene causas inmediatas, pero sobre todo responde a un fenómeno de más largo plazo. Intentó el Presidente modificar la ley para imponer a Natalia Téllez en el TFJA, pero no avanzó su iniciativa. Impulsó a Yasmín Esquivel en la Corte, pero la denuncia pública realizada por Guillermo Sheridan acerca del plagio con el que ella salvó el requisito de la tesis de licenciatura la dejó fuera de la contienda. En los dos espacios fueron electas personas con amplia trayectoria y notoria independencia: Norma Piña y Guillermo Valls.
Sin embargo, el impacto de la denuncia de Sheridan y la imposibilidad de cambiar la ley resultan de un proceso más largo: la defensa ciudadana de la democracia. El dique a la reforma electoral, al cambio de requisitos para el TFJA, la reacción abrumadora durante dos semanas en que tradicionalmente nadie atiende lo público, son resultado directo de la manifestación del 13 de noviembre. Esa explosión de ciudadanía impidió que se sumaran a Morena otros partidos, provocó un estado de atención poco frecuente, obligó a definirse a personas que suelen evitarlo.
Pero la manifestación tiene también un origen: la elección del 6 de junio de 2021, que permitió recordar que cada voto cuenta, y que por mucho que intente el aprendiz de dictador controlar el futuro del país, está en manos de los ciudadanos impedirlo. Se le quitó la mayoría calificada en la Cámara de Diputados en aquella ocasión, y se le derrotó en las ciudades más importantes del país. Alcanzó a ganar gubernaturas de la mano del crimen organizado, como es público y notorio, pero no más que eso.
La incapacidad que ya muestra el Presidente para entender su entorno lo llevó a impulsar tres reformas constitucionales, a cual más preocupante: electricidad, Guardia Nacional, electoral. Fue derrotado en todas ellas, y en todas promovió cambios legales que son, por definición, inconstitucionales. Con la ayuda de su lacayo, entonces presidente de la Corte, pudo esconder momentáneamente el tema eléctrico, pero los otros dos están pendientes. Ahora es claro que sólo cuenta con tres votos en ese tribunal, y perderá con seguridad en su intento absolutista.
No debe menospreciarse la actuación de diversas personas en estos procesos. Personas que han arriesgado su posición, su fama pública, incluso su integridad física, para enfrentar al dictador en ciernes. Pero tampoco hagamos menos la ola en que todas ellas han sabido navegar, la ola ciudadana que, silenciosamente el 6 de junio del 21 y festivamente el 13 de noviembre del 22, ha puesto al borde del naufragio esa entelequia que el Presidente califica de transformación.
De hecho, frente a la elección en la Corte, el Presidente insistió en que dos de los cuatro ministros nombrados por él lo traicionaron, y traicionaron al proyecto. ¿Cuál es ese proyecto? ¿Qué ofrece en realidad López Obrador? Ya hoy no puede seguirse con mantras como “primero los pobres” o “rescate de la soberanía”. Hoy ya está claro que no hay más proyecto que el gobierno autoritario, concentrado en una persona, que no es otra que López Obrador mismo. Quienes lo siguen, lo hacen para robar a manos llenas, o porque ilusamente sueñan con sucederlo.
La ola ciudadana, y la actuación clara de cada vez más personas, está hundiendo esta calamidad. En buena hora.
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