La ministra obtuvo su título de licenciatura plagiando su tesis. Esto ya no es motivo de sospecha, sino un hecho confirmado por la facultad que emitió ese título. Responde el Presidente que eso es politiquería.
El Metro ha sufrido tres accidentes con víctimas mortales en la actual administración. Sólo había ocurrido uno en toda la historia previa del Sistema de Transporte Colectivo. La respuesta es llevar a la Guardia Nacional al Metro, porque sospechan sabotaje.
La victimización ha sido una estrategia muy exitosa de López Obrador, ahora copiada por todos sus colaboradores. Puesto que todas sus políticas fracasan, lo único que les queda es escurrir el bulto, culpar a otros y tratar de ganar convirtiéndose en víctimas. El contraste lo obtienen apropiándose de buenas noticias, que enarbolan como si fuesen resultado de sus acciones.
Si la inflación crece, se debe al resto del mundo. Si por ello suben las tasas de interés, es culpa de los demás. Si gracias a ello el peso se aprecia, entonces ésa es una clara señal de lo bien que está la economía.
Si en la pandemia no se aplicaron programas de apoyo, celebran que no creció la deuda. Como ésta sí creció, y mucho, nos dicen que han sido responsables con las finanzas públicas. Puesto que eso ha ocurrido destruyendo programas sociales, como las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo, el programa de vacunación, la dotación de medicamentos, entonces descalifican a quienes reclaman y les llaman “golpistas”.
Si el consumo nacional se sostiene gracias a las remesas, celebran su crecimiento. Cuando se les recuerda que eso se debe a la expulsión de mexicanos y a los programas de apoyo que sí existieron en Estados Unidos, entonces piden que ese país financie a América Latina. Cuando desde allá nos mandan 30 mil migrantes mensuales, sin embargo, no les pedimos recursos para ellos, sino que nos hagan el favor de aterrizar en la central avionera.
Cuando alguien está en la oposición, el victimismo es sin duda una gran estrategia. Se puede uno asumir siempre como el débil, el golpeado, y con ello obtener el apoyo de millones que se sienten identificados. Cuando se está en el gobierno, asumirse como víctima es un embuste. Y cuando ese gobierno ha concentrado todo el poder en una persona, que es la que dice sufrir, se trata de un absurdo.
Cuánto tiempo tardan las personas en notar el absurdo depende de muchos factores, pero especialmente de dos: que puedan ver, y procesar, otra información, y que estén dispuestos a corregir sus creencias previas. Para evitar lo primero, desde el gobierno se produce un show propagandístico todos los días, que es transmitido y repetido por diversas televisoras, especialmente las del mismo gobierno. Poco a poco, sin embargo, la información ha fluido.
Pero es más importante la disposición de las personas a corregir su posición anterior. Eso no ocurre simplemente ofreciéndoles otros datos, sino que responde esencialmente a una percepción diferente de las personas. Cuando la realidad no se parece mucho a lo que ellos pensaban, es cuando cambian su perspectiva. Eso es lo que se llama “disonancia cognitiva”, término frecuentemente muy mal utilizado.
Si la realidad (el Metro, la compra, las medicinas, el aeropuerto, la seguridad) no coincide con la propaganda, esa disonancia obliga a reconsiderar la manera en que se interpreta aquélla. Es entonces cuando la “ilusión monetaria” de la que hablábamos el miércoles, se derrumba. La forma en que reacciona el gobierno (militares al Metro, ataque a la UNAM) acelera este proceso. Por eso recordaba una frase de Hemingway hace unos días, en referencia a la quiebra: ocurrió muy poco a poco, y de pronto, de golpe.
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