De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, el costo que implica una tasa de interés más elevada alcanza 30 mil 200 millones de pesos por cada punto porcentual que exceda lo presupuestado para este año. Es decir, si la tasa está en 11 por ciento anual, frente al 9 por ciento que Hacienda utilizó para el Presupuesto de este año, habrá un “faltante” de 60 mil 400 millones de pesos. Por el momento, eso parece ya seguro, pero puede crecer, porque el subgobernador del Banco de México, Jonathan Heath, ha afirmado que es posible que la tasa llegue cerca de 12 por ciento antes de empezar a bajar.
Por otra parte, también Hacienda nos dice que medio punto menos de crecimiento económico, comparado con el 3 por ciento que esperaban para este año, tendría un costo de 23 mil millones de pesos. Si, como todavía esperan los especialistas, crecemos 1 por ciento, el “faltante” sería de 102 mil millones de pesos. Tal vez en los próximos días los colegas modifiquen sus pronósticos, y se acerquen a lo que estimó el FMI (1.7 por ciento), y entonces nada más faltarían 69 mil millones.
Finalmente, un peso fuerte también le cuesta a las finanzas públicas. Por cada 10 centavos que se aleje del tipo de cambio estimado de 20.60 pesos por dólar, hay un faltante de 4 mil 400 millones de pesos (por menor aportación del petróleo, pero también menor costo de la deuda externa). Ahora andamos dos pesos por debajo de lo estimado, pero supongamos que, en promedio, quedemos en 19.60 para el año, serían 44 mil millones de pesos “faltantes”.
No incluyo ahora la sensibilidad en el caso del petróleo, que Hacienda calcula tanto para el precio como para la producción, porque creo que el nivel de producción es un invento de Pemex (suman condensados que no sabemos cómo comercializan), y el precio no tiene impacto si al mismo tiempo se sigue la política de subsidiar combustibles vía IEPS. Pero nada más los otros tres asuntos implican un faltante para el año de entre 175 mil y 250 mil millones de pesos “faltantes” para este año. A eso hay que sumar los 10 mil millones de dólares que Pemex debe pagar y que olvidaron presupuestar, es decir, unos 185 mil millones de pesos adicionales.
Ese faltante, que no resulta de estimaciones mías, sino de los Criterios Generales publicados por Hacienda, representa entre 1.2 y 1.5 por ciento del PIB. Si no hay otros cambios, reducción de gastos, o algo parecido, entonces el impacto sobre la deuda amplia, es decir, los requerimientos financieros del sector público, se sumaría al déficit, también publicado por Hacienda, de 4.3 por ciento del PIB. Esto significa que iría de 5.5 a 5.8 por ciento del PIB. Si la economía crece 1.5 por ciento, que tal vez se vaya haciendo la estimación consensual en los próximos días, esto significaría un incremento en la deuda, medida como proporción del PIB, de cuatro puntos, para dejarnos ya muy cerca de 55 por ciento del PIB. A tiro de piedra de lo que las calificadoras estiman como el nivel máximo razonable para México, que es 60 por ciento. Por tiro de piedra quiero decir un año igual a 2023, algo perfectamente esperable para 2024, año electoral en el que además habrá un incremento, ya anunciado, en el costo de las pensiones de adultos mayores.
No incluyo en estas cifras nada relacionado con el terrible dato de recaudación de ISR al cierre de 2022, ni la preocupación acerca del IVA, considerando la desaceleración del consumo. No le sumo otras fuentes de riesgo. Es nada más lo que la misma Secretaría de Hacienda ha estimado como sensibilidad en su presupuesto, confrontado con lo que nos dicen hoy los mercados y los especialistas. Es lo que hay, pues.