Fuera de la Caja

Ciudadanía

La ciudadanía, que en México tiene posibilidad de participar realmente en la decisión de quién gobierna sólo desde 1997, ha sido fundamental para quien busca alcanzar el poder.

Imagino que muchas personas se sentirán menospreciadas por mi afirmación de que el poder se alcanza mediante la participación de cuatro grupos: partidos políticos, figuras públicas, corporativismo social y empresarios compinches, porque no menciono en absoluto a la clase media, al votante ciudadano, que suponemos que es la base de la democracia.

Tienen razón. La he menospreciado. La ciudadanía, que en México tiene posibilidad de participar realmente en la decisión de quién gobierna sólo desde 1997, ha sido fundamental para quien busca alcanzar el poder. Fue esa ciudadanía la que le dio el triunfo a Fox en 2000, para sacar al PRI de Los Pinos; fue la que prefirió a Calderón sobre López Obrador en 2006, temiendo lo que ahora se ha confirmado, que era un peligro para México; pero fue también esa ciudadanía la que se encandiló con Peña Nieto en 2012, o el mismo López Obrador en 2018, siguiendo lo que los cuatro grupos mencionados le sugerían.

En 2012, Calderón impidió que los empresarios respaldaran a Josefina Vázquez Mota, y las figuras públicas estuvieron muy dispersas, divididas. La ciudadanía perdió guía, no hubo debate público, y se optó por darle una nueva oportunidad al PRI. En 2018, como hemos platicado, los grupos se alinearon, y la ciudadanía se dejó llevar.

En este momento, creo que es claro que la ciudadanía ha decidido participar en serio. Esto no significa que necesariamente vote en contra de López Obrador, pero ha tomado un nivel de consciencia que no veíamos desde hace más de una década. Pero el resultado final no depende sólo de ella. Los grupos siguen siendo muy relevantes.

En primer lugar, es importante que los partidos políticos asuman su papel. Del lado de López Obrador, es claro que no hay partido político, sino un instrumento de su voluntad. Lo que no es tan claro es de qué tamaño pueden ser las escisiones cuando llegue la decisión final. Del otro lado, sigue sin existir una alianza total, porque un partido sigue jugando a terceras vías, y la alianza de los demás sigue sin encontrar una forma adecuada de conectarse con esa ciudadanía que, decíamos, es determinante.

De las figuras públicas no hay que esperar mucho. Les cuesta mucho trabajo romper con el adoctrinamiento escolar del que fueron víctimas. Siguen con enemigos imaginarios, como el capitalismo, el extranjero, el empresario, sin poder diferenciar entre emprendedores y compinches. Dependiendo del candidato que elija López Obrador, verá usted a muchos, que hoy se quejan de traición, regresar al rebaño. Pero sin duda habrá otros que se rindan a la evidencia contundente: este gobierno ha sido el más destructivo en al menos siglo y medio.

Esa división al interior de los empresarios, emprendedores y compinches, ha sido la constante desde las reformas estructurales. Quienes tienen concesiones están acostumbrados a un gobierno autoritario que sea su socio; quienes emprenden, saben que sólo en democracia puede funcionar bien el mercado. El deterioro en las dirigencias empresariales, patente, es una señal de que por ahí las cosas no mejoran.

Finalmente, nos quedan los grupos corporativos: maestros, peticionarios, informales y, sí, crimen organizado. Son quienes llevaron a Morena al poder en el Pacífico en 2021, son el soporte de gobiernos locales, y han ampliado su espacio de acción notoriamente. No debemos juzgarlos a todos de la misma forma, pero en todos los casos se trata de grupos que extraen rentas, como dicen los economistas. Su existencia, como grupos corporativos, implica una pérdida para la sociedad entera. Son funcionales a los políticos embaucadores, que por poco dinero los tienen a su servicio, pero extraen recursos de los demás, e impiden la construcción de un verdadero Estado de derecho.

Espero que esta forma de ver el acceso al poder sea útil para los próximos meses. Nomás son 15.

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