La primera decisión de política pública de López Obrador, todavía como presidente electo, fue cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Lo hizo, como usted sabe, para demostrar que tenía todo el poder y sólo él mandaba. Tuvo éxito en ello, pero esa decisión costó 332 mil millones de pesos, de forma inmediata, y de acuerdo con el joven Woo Mora, más de un billón de forma indirecta, y contando. Destruyó cualquier posibilidad de que México fuera hub de América Latina, y canceló oportunidades para la ciudad que él gobernó.
Casi de inmediato, sus colaboradores decidieron cancelar las importaciones de gasolina y petróleo crudo ligero, con lo que tuvimos escasez de combustibles desde fines de diciembre de 2018. Desde el gobierno se afirmó que era por la “lucha contra el huachicol”, que hoy día es mucho mayor que entonces. Entre otros costos, esa decisión provocó la muerte de más de 100 personas en un incendio, en Tlahuelilpan, Hidalgo.
Poco más de un año después, la pandemia de Covid-19 llegó a México. En las mañaneras, tanto López Obrador como López-Gatell afirmaron que no había riesgo, que no era necesario usar cubrebocas, que había que abrazarse, y que basta con un “detente”, porque la fuerza del Presidente era moral, y no de contagio. Más de 700 mil muertes en exceso se deben a esas decisiones.
Desde 2021, López Obrador ha intentado infructuosamente modificar la Constitución, y en cada fracaso, simplemente cambia las leyes, lo que demuestra su carácter inconstitucional. Cuando pudo, presionó a la Corte para que no declarara tal carácter a sus engendros. Cuando no, insiste en que hay un complot conservador en su contra.
Durante cuatro años, López Obrador ha saqueado fondos y fideicomisos, ha endeudado al erario, ha reducido el presupuesto de operación de las secretarías más allá de lo razonable, y todo para tener recursos para comprar votos con sus “programas sociales”, que sólo sirven para eso, como él mismo ha aceptado.
Es un puñado de ejemplos de la esencia del gobierno de López Obrador y sus seguidores: la irresponsabilidad. Las decisiones se toman porque le sirven a él, es decir, porque le permiten acumular más poder. No importa el costo que tengan, ni a quién dañen. No importan las consecuencias. Creo que no existe un solo ejemplo contrario, un caso en el que se haya decidido pensando en algo más que la acumulación personal de poder.
Así se destruyó el sistema de salud, se está destruyendo el educativo, se pone en riesgo la posición de México a nivel internacional y la vigencia misma del acuerdo con Estados Unidos y Canadá, y se acumulan cientos de miles de muertos: por “accidentes”, por “eventos desafortunados”, por la inseguridad o por la pandemia. Los más recientes, en Ciudad Juárez.
Todo por decisiones que privilegian el poder personal de López Obrador sin considerar, ni por un momento, el costo que puedan tener para los demás. Ni siquiera para su gente cercana, mucho menos para esos millones de incautos que votaron por él. Jamás pensando en las oportunidades futuras del país, las condiciones indispensables de infraestructura. Nada.
Los costos de esas decisiones se van acumulando, y algunos ya no pueden posponerse. Con la irresponsabilidad de que hacen gala, intentarán llevar cualquier factura hasta después de las elecciones de 2024, para entonces cargar esos costos a quien llegue al poder. Como no tienen decencia alguna, así como no respetan Constitución y leyes, ni asumen responsabilidad, menos aún aceptarán alguna vez ser ellos los culpables. Por eso conviene hacerlo evidente desde ahora.
Vivimos bajo el gobierno más irresponsable de la historia.