Como ya es costumbre, los Criterios Generales de Política Económica para 2024 son un ejercicio de ficción. Más allá de las estimaciones de crecimiento e inflación, o la producción petrolera, que siempre son optimistas, me parece que creen en Hacienda que se pueden reducir los gastos como por arte de magia.
Como los ingresos no dan, tienen que ahorcar los gastos, y eso sólo puede ocurrir en lo que al Presidente no le moleste. Ni el gasto electoral, perdón, social, ni los elefantes blancos pueden tener menos presupuesto. En el documento mencionado se reconoce que este año les faltarán como 230 mil millones de pesos, pero encuentran 100 mil entre aprovechamientos e ingresos de organismos, y nada más reducen el gasto en 130 mil millones. Con eso, el gasto presupuestario para 2023 quedaría por debajo de 19 puntos del PIB, y para 2024 apenas encima de 18. Pero como pensiones y subsidios están creciendo a toda velocidad, el gasto de verdad para este año sería de 11 puntos, frente a 12.5 del año pasado, y ni siquiera llegaría a 10 para 2024. Lo que hemos platicado tantas veces: se destruye la gestión pública para abrirle espacio a las ocurrencias presidenciales y al gasto electoral.
He visto que celebran mucho la “ortodoxia” de Hacienda, pero no hay tal. Como hemos insistido muchas veces, lo que hacen es esconder sus gastos excesivos en la llamada “austeridad”, que en realidad significa la destrucción de la capacidad de gestión, como se evidencia en medicinas, seguridad, migración, y en cualquier trámite. Este año estrangularán todavía más a la administración, llegando al hueso, y para 2024 le querrán quitar 10 por ciento al tuétano.
El problema que tiene Hacienda es que no hay manera de incrementar los ingresos. Gracias a la decisión de mantener prácticamente fijo el precio de la gasolina, cuando sube el precio del petróleo, cae la recaudación del IEPS de combustibles, de forma que lo que se gana en un lado se pierde en el otro. Ahora que la OPEP decidió recortar su producción para elevar el precio, habrá más ingresos petroleros, pero será mayor la pérdida de recaudación de IEPS. Al final, no pasa nada.
La suma de ingresos petroleros y tributarios se ha venido reduciendo de 18 a 16 por ciento del PIB en la última década (aunque en los últimos años se escondió con transferencias a Pemex anotadas como ingresos de la empresa). Las otras dos fuentes de ingreso del gobierno difícilmente superan 5 por ciento del PIB, y la estimación de Hacienda para este año y el próximo es que estén prácticamente en 4 por ciento. Esto significa que los ingresos del gobierno rondan 21 por ciento del PIB, frente a gastos que en este sexenio promedian 24.5 por ciento del PIB (ya quitando esas transferencias mencionadas, que nada más confunden).
El faltante anual de 3 puntos y medio del PIB se ha cubierto con la liquidación de fondos y fideicomisos, y con una deuda creciente, que hoy está cerca de 50 por ciento del PIB. Por eso Hacienda estima un crecimiento de 3 por ciento para el año, para que la mayor deuda se compense, y la proporción siga siendo la misma.
En suma, este gobierno ha decidido incrementar de forma muy importante cierto tipo de gasto (rescate a Pemex y CFE más compra de votos vía “gasto social”) sin tener los ingresos para ello. Para evitar que eso se refleje en deuda inmanejable, están sacrificando todas las funciones de la administración pública. Total, en los análisis de las calificadoras no aparecen ni cárceles de migrantes, ni medicinas, desastres naturales, carreteras, ni otras minucias similares.