Fuera de la Caja

Caos

Es difícil confiar en un gobierno cuya cabeza suele mentir un centenar de veces al día, según la evidencia, y algunas de sus decisiones no ayudan.

Cierra mal abril. Por un lado, al momento de escribir esto no tenemos información confiable de la salud de Andrés Manuel López Obrador. Es cierto que se envió un tuit de su cuenta afirmando que, por tercera vez, tenía covid, y que lo mismo dijo el secretario de Gobernación. Sin embargo, es difícil confiar en un gobierno cuya cabeza suele mentir un centenar de veces al día, según la evidencia. Algunas decisiones del mismo gobierno, como cancelar eventos internacionales o convocar de improviso a los gobernadores, no ayudan. Finalmente, la premura con la que están actuando los legisladores de la coalición presidencial suma a la preocupación.

Como se sabe, la salud del Presidente no ha sido buena desde hace tiempo, y tanto sus costumbres como su carácter la han agravado. Viajes cada fin de semana, antojitos, pero sobre todo discursos incendiarios no son algo recomendable para una persona con dificultades cardiovasculares.

Le comentaba que las prisas legislativas no abonan a la tranquilidad. Decenas de leyes que se quieren modificar en la última semana del periodo de sesiones, que es ésta: salud, ciencia y tecnología, transparencia, administración pública. No son temas menores, y en algunos casos el impacto puede ser demoledor, como ya atestiguamos, por ejemplo, en materia de salud durante los casi cinco años de este gobierno. Como en otras ocasiones, lo más razonable parecería ser detener esa malsana prisa y posponer algunas decisiones hasta el siguiente periodo, en septiembre, o llamar a extraordinarios para lo que se considere de urgencia.

Sin embargo, los extraordinarios no son fáciles de convocar, y menos a 40 días de la elección de Estado de México, cuya importancia ya comentamos: se juega en ella el futuro del PRI o de Morena, dependiendo de quién pierda. Y para el periodo de septiembre, nadie tiene idea de cómo mantener unida la coalición presidencial, especialmente si el líder máximo no está en condiciones de mantener su tradicional mano dura.

En materia económica, el dato publicado ayer del Índice Global de Actividad Económica resultó notoriamente inferior a la estimación oportuna de la semana pasada. Hubo crecimiento, pero bastante menor. Es cierto que el dato del mes anterior mejoró un poco, y eso compensa algo de la reducción, pero aún así se trata de la mitad de lo que nos decía el dato oportuno. El crecimiento se sostuvo en los contratos de Pemex (que se llaman “servicios especializados de minería”), en el sector primario, que sigue muy fuerte, y en las ventas al menudeo. Crece también un poco la parte de comunicaciones.

A primera vista, parece que la menor actividad de nuestro gran comprador, la industria estadounidense, está deteniendo las manufacturas, y con ello tanto los transportes como el comercio al mayoreo. Por otra parte, parece que se reduce el turismo internacional (por los datos de alimentos y hospedaje, pero habrá que esperar los datos de viajantes para confirmarlo). Puesto que los datos de Estados Unidos no muestran recuperación (todo crece menos, o cae, salvo el empleo, que sigue muy alterado por el confinamiento), los expertos esperan datos negativos para al menos dos de los tres trimestres que nos faltan en este 2023. De otra forma, no se explicaría que la media de expectativas siga en 1.6 por ciento para este año, pero ahí está.

Puesto que el entorno económico no está bajo nuestro control, convendría que el contexto político, que sí puede estarlo, se tomase con más seriedad, no con tenebra, prisa, improvisación y, sobre todo, ambiciones desmedidas. Pero ya también lo habíamos comentado, no es posible esperar más de la kakistocracia, el gobierno de lo peor. Como decíamos el lunes, el caos ya ha comenzado.

COLUMNAS ANTERIORES

No lo imaginan
Todo se paga

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.