Fuera de la Caja

Ejemplos

En 2018 los mexicanos se fueron a buscar respuestas al extremo, donde un líder cínico y mentiroso fue capaz de engañar a millones con promesas que nunca cumplió.

Ayer hubo elecciones en dos países. En Turquía, la segunda vuelta de la elección presidencial; en España, elecciones municipales. Vale la pena verlas para entender mejor lo que viene en México.

En Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que ha tenido el poder por más de 20 años, como primer ministro primero y ahora como presidente, logra reelegirse en una elección que ya está muy lejos de considerarse democrática. Erdogan se deshizo de su principal opositor, con una falsa acusación que le impide presentarse a elecciones, controla la Corte, impide la libre circulación de información (incluso a través de Internet, bloqueando sitios completos), ha construido un discurso religioso para mantener el control de las zonas rurales del país y, por cualquier cosa, además reparte dinero. Ya no puede hablarse de una elección democrática, como decía, sino del uso de elecciones como medio para legitimar una autocracia.

En España, las municipales muestran el fortalecimiento del Partido Popular, a costa del PSOE, pero también un crecimiento en los extremos. Por un lado, Vox, que va recogiendo lo que queda del naufragio de Ciudadanos; por el otro, Bildu, que no es sino la pantalla civil del viejo terrorismo vasco, crece gracias a los errores del PSOE, que le ha dado vida artificial, lo mismo que a Unidas Podemos, el partido chavista de España. Los extremos siguen siendo pequeños, comparado con los dos grandes partidos de centro, pero no dejan de crecer, y ya no son expresiones marginales.

Estas elecciones me parece que reflejan el momento que vivimos a nivel global. Cuando los populistas no han llegado al poder, las elecciones siguen funcionando, y muestran una población que está preocupada, que no entiende bien lo que está pasando, y que por esa angustia busca respuestas en los extremos. No porque ahí las haya, sino porque en esos espacios los líderes no tienen límites, y son capaces de mentir, engañar, ilusionar.

Cuando los populistas han llegado, las elecciones van perdiendo su carácter democrático para convertirse en referendos controlados: sin reglas claras, sin padrones, sin espacios para resolver conflictos, sin libertades mínimas de información y reunión. Hay diversas versiones, pero los casos de Orbán en Hungría y Erdogan en Turquía creo que son los menos cínicos, comparado con lo que hemos visto en Nicaragua, Venezuela o, al final de la lista, Cuba.

México vivió el primer caso en 2018, y la población, angustiada por no entender, se fue a buscar al extremo, donde un líder cínico y mentiroso fue capaz de engañar a millones con promesas que nunca pudo cumplir. Muchas, nunca había pensado en cumplirlas; otras, simplemente no pudo, no le da. Todo indica que en 2024 estaremos muy cerca del otro caso, elecciones que no son plenamente democráticas. Nos separa de ello un INE debilitado, en manos de una persona que con toda claridad coincide con el Presidente, es ideológica e incompetente. Tenemos también un Tribunal Electoral y una Suprema Corte que han aguantado lo más posible. En ambos casos hay mayoría de magistrados y ministros interesados en cumplir su trabajo, su obligación, pero sus decisiones no pueden convertirse en acciones si los brazos ejecutores, las fiscalías correspondientes, no están dispuestas a hacerlo. Y es el caso.

Por eso la elección de 2024 es tan importante, porque puede ser la última que tenga alguna cercanía con la democracia. Si los populistas logran mantenerse en el poder, ya no habrá más democracia en México. Dirán que sí, que es ésa que promueve Orbán, democracia iliberal. Pero eso es un cuento para lavar la cara a personas que toman el poder, por el poder mismo o para saquear a la población. Es la última llamada.

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