López Obrador ha anunciado que celebrará los cinco años de su triunfo el próximo 1 de julio. Suena lógico, porque está feliz de haber triunfado. No sé si los demás tengan algo que celebrar.
Como argumentamos entonces, el triunfo se centraba en la oferta de resolver dos problemas que la población consideraba muy importantes: inseguridad y corrupción. No resolvió ninguno, como se sabe. En materia de inseguridad, en 2022 hubo 85 asesinatos al día, pero además 26 personas desaparecidas. Esto significa 111 personas, cada día, cuya vida es truncada. En 2017, esa cifra era de 98 personas. Ha sido una tragedia desde hace tiempo, pero López Obrador prometió resolverla. No sólo no lo hizo, hay más víctimas. Las cifras deben ser peores en robo de combustible, extorsión, territorio controlado por el crimen, pero hay poco confiable en esos rubros.
Lo mismo pasa con la corrupción, que no sabemos cuánto era antes ni cuánto es ahora. Lo que sí sabemos es que la opacidad ha crecido: más contratos entregados sin licitación, por invitación restringida, cubiertos por “seguridad nacional”. De lo poco que podemos saber, en este sexenio ha ocurrido el mayor fraude de la historia, en Segalmex, dirigido por alguien impuesto directamente por López Obrador, y a quien él ha cuidado desde entonces.
Si no resolvió lo que se había comprometido a hacer, lo que sí hizo fue generar nuevos problemas. Entre 2018 y 2021, el PIB per cápita de México (en poder de compra) cayó 4.3 por ciento. Muchos defensores del Presidente insisten en que eso se debe a la pandemia, pero el PIB per cápita mundial creció en ese mismo lapso 9.7 por ciento, y en Estados Unidos lo hizo 10.3 por ciento. Celebran entonces sus seguidores que fue un sacrificio para no comprometer las cuentas públicas, pero la deuda ha crecido en 3.5 billones de pesos en este gobierno, equivalente a 32 por ciento de crecimiento. Por otra parte, entre fondos, fideicomisos, cuentas y el aeropuerto, hay otro billón de pesos despilfarrado.
En salud, la destrucción del Seguro Popular, del sistema de compras de medicamentos y la criminal forma en que se enfrentó la pandemia han dado como resultado más de 20 millones de mexicanos sin cobertura de salud, casi un millón de muertes en exceso y el sufrimiento, día a día, de familias que no pueden encontrar las medicinas que requieren sus pacientes, ni siquiera comprándolas.
En educación se perdieron dos años debido a la pandemia, más que en cualquier otro país, y a ello se suma ahora un experimento de la SEP que busca convertir al sistema educativo en un instrumento ideológico, a extremos no conocidos en el país. Para evitar desfiguros, ya no estamos en los programas internacionales de evaluación educativa.
En energía, la producción de petróleo crudo es hoy inferior a la que había cuando llegó este gobierno, y en electricidad, el índice de actividad industrial ha caído 25 por ciento contra noviembre de 2018. No cumpliremos los compromisos en materia de energías limpias que habíamos firmado como país.
Algunos celebran el tema laboral, porque en fechas recientes ha crecido el empleo y el salario. Es cierto, pero comparado con la tendencia de los 20 años previos, el IMSS tiene un déficit de 2.6 millones de empleos, que ya no se crearon, y el salario real, según Coneval, aunque es mayor que el promedio del sexenio de Peña Nieto, es inferior en 8.5 por ciento al que había en tiempos de Calderón, y en 17.5 por ciento al promedio del sexenio de Vicente Fox.
Nada. Ningún resultado. Celebra López Obrador, y celebran sus cercanos, porque tienen el poder y se están enriqueciendo con él. Celebran también los incautos que reciben limosna sin percibir cuánto les está costando en educación, salud y seguridad. El juicio de la realidad, sin embargo, es inexorable. Entonces, como dice el libro, será el tiempo del llanto y rechinar de dientes. Celebren pues.