Se anuncia hoy de manera formal que sí existe una coalición opositora para 2024, en la que se encuentran PAN, PRI y PRD, que además llevará a cabo un proceso para seleccionar la candidata o candidato que competirá por la Presidencia. Ese proceso incluye límites a la participación (conseguir 100 o 150 mil firmas de apoyo), encuestas para reducir el número de personas y, finalmente, una elección primaria, que aparentemente ocurrirá el primer domingo de septiembre.
En este momento, hay dos procesos paralelos. Por un lado, la coalición Morena-PT-Verde, en la que hay seis aspirantes, y por otro esta coalición, en la que habían estado interesados un par de decenas de personas, pero que seguramente en los próximos días se reducirán un poco. En ambos casos, para evitar problemas legales, se habla de coordinadores y no candidatos, de opiniones y no elecciones, y muchas ficciones más que son producto de una ley restrictiva que tenemos, no lo olvide, gracias al berrinche de López Obrador en 2006. La reforma electoral del año siguiente fue la primera que inició un camino contrario a la apertura y liberalización que habíamos visto desde 1990.
Fuera de estas coaliciones se mantiene Movimiento Ciudadano, todo indica que a la espera de que el primer proceso se convierta en una ruptura que les ofrezca un candidato ya posicionado. La definición oficial de las coaliciones debe ocurrir en diciembre, por el límite legal, y las candidaturas hasta tres meses después.
Esto significa que estamos en un proceso que se ha adelantado mucho, debido a la falla de previsión de López Obrador, que esperaba contar con mayoría calificada en esta LXV Legislatura, y fracasó en ello. Tuvo entonces que entrar en un camino que no había contemplado: la sucesión. Él esperaba estar en condiciones de reelegirse. Decidió desde ese momento su candidata, que ha tratado de colocar lo mejor posible. Desafortunadamente para ambos, Claudia Sheinbaum no tiene facilidad alguna para ser candidata. Nada de carisma, presencia, voz, capacidad de transmitir emociones.
Por otra parte, Marcelo Ebrard provocó un proceso que López Obrador a veces mencionaba en mañaneras, pero que no tenía la menor intención de seguir. Como en otros casos, las encuestas serían sólo la excusa para legitimar la decisión que él ya tenía. La renuncia de Ebrard forzó las de los otros interesados, ha obligado a medio definir las encuestas, y ha puesto a sufrir a Claudia, precisamente por las deficiencias que mencionaba. Adán Augusto, mientras, va tejiendo por si se le requiere, o por si no: la red le servirá por un buen rato.
No estamos en el camino que López Obrador esperaba, y tengo la impresión de que ni siquiera va en una dirección que a él le convenga. A partir de hoy, con una oposición que por fin puede hacerse notar, las cosas van a ser muy diferentes. A pesar de los esfuerzos desde Palacio, ya no será sólo la palabra presidencial la que se escuche. Ahora sí habrá que ir midiendo con más cuidado esa popularidad que tanto celebra, y las intenciones de voto para 2024.
Estamos aquí gracias a dos momentos históricos: las manifestaciones del 13 de noviembre y del 26 de febrero. El paso de hoy es otro. La conversión de la participación ciudadana, de defensa del voto y la ley en fuerza política deberá ocurrir ahora. Por el momento, de los tres escenarios que había comentado con usted, parece que el primero, en el que Morena ganaba sin esfuerzo, se va diluyendo. No sabemos aún si iremos a una elección entre dos, o entre tres. Pronto sabremos eso, pero hay competencia. Bienvenida.