Fuera de la Caja

Realidad

La democracia es el mejor método de gobierno que hemos encontrado porque todos pensamos diferente. Si pensáramos lo mismo, sería innecesario.

Cuando se discute de política, economía o sociedad, existen dos problemas muy serios de los que pocas personas son conscientes. El primero es que las personas suelen confrontar opciones reales con imaginarias. No evalúan nada más las posibilidades que la realidad ofrece, sino que agregan aquéllas que les gustaría que ocurriesen, como si existieran. El segundo es que es difícil reconocer que lo que pensamos nosotros no es igual a lo que piensan los demás.

Este segundo problema es muy fuerte en el estudio de la sociedad. Términos que utilizamos con frecuencia son entendidos de maneras muy diferentes por personas distintas: educación, pobreza, desarrollo, democracia, no son conceptos con una única definición, aceptada por todos. Prácticamente cada quien las entiende de forma diferente, con lo que las discusiones suelen ser interminables, e inútiles.

Cuando entramos en los procesos electorales, estos dos problemas se hacen ubicuos, y en algunos casos provocan enfrentamientos muy serios al interior de grupos y familias. Por ejemplo, es frecuente escuchar que el candidato debe ser alguien que ame a México. Quien emite esa opinión tiene una idea de qué debe ser México, cómo debe amársele, y por lo tanto preferencias específicas acerca de los candidatos. Pero esa idea difícilmente es la misma que tienen los que lo rodean, de manera que la discusión ya no tiene que ver con las opciones reales, sino con la imaginación de cada uno.

El lunes se presentó la versión renovada de la coalición Va por México, y el plan para encontrar al candidato o candidata ideal a la Presidencia. De inmediato surgieron críticas de personas que comparan ese método con lo que ellos imaginan mejor, sin parar mientes en si su idea tiene algún contacto con la realidad. Por ejemplo, muchas personas desprecian a los partidos políticos, y quisieran que no interviniesen en este proceso. Pero eso no es real, ni posible. Así funciona la democracia liberal, y así son las reglas en México. Como experimento mental, tal vez sea interesante imaginar otros casos, pero serán simplemente imaginaciones.

La democracia es el mejor método de gobierno que hemos encontrado porque todos pensamos diferente. Si pensáramos lo mismo, sería innecesario. Para poder decidir entre muchas personas, es indispensable que las opciones se vayan reduciendo. Ése es el papel de los partidos políticos: construir opciones, razonablemente claras, sobre las cuales pueda decidir la población. Desde que la democracia liberal empezó a utilizarse, hace menos de cuatro siglos, las opciones se construyeron de esa manera: clubes políticos, logias, partidos.

Precisamente una de las causas del deterioro democrático de los últimos 15 años, a nivel global, ha sido la explosión de temas que interesan a la sociedad y que los partidos no pueden procesar. Los partidos políticos actuales, en todas partes, son producto del siglo 20, y son resultado de discusiones de esa época: salarios, estado de bienestar, impuestos, defensa nacional. Las coaliciones construidas alrededor de esos temas no coinciden con asuntos como clima, género, animales, y una miríada de asuntos que ahora se consideran fundamentales, al menos para algunas personas. Por eso la baja opinión actual acerca de los partidos.

Las opciones que existen en la realidad son muy limitadas. Sería un milagro que a usted le parezca genial un partido y un candidato. Es el milagro religioso de las sectas. Si usted no pertenece a alguna de ellas, entonces siempre tendrá reparos con las opciones disponibles. Puede usted despreciarlas todas, encerrarse en su absurdo autoritario y pontificar acerca de cómo debería ser el mundo, o México, o la manzana en que vive. Se amargará.

Puede, en cambio, sopesar las opciones, aprovechar las oportunidades, reducir los riesgos y actuar. Si lo hace, será útil a su comunidad, y podrá vivir a gusto consigo mismo. Lo que prefiera.

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