Terminó el primer semestre del año, y el desempeño económico fue mucho mejor al esperado. Prácticamente todos los expertos han elevado su pronóstico para este año, aunque lo han reducido para el próximo. Parece que las ganancias que ya vimos se convertirán en pérdidas después, aunque no queda claro por qué.
Todavía no tenemos datos del mes de junio, salvo las expectativas de los empresarios y las ventas de automóviles. En ambos casos, siguen siendo buenos, sin ser espectaculares. Se vendieron más autos en el primer semestre en comparación con los años previos, pero aún estamos por debajo de 2019, y sin duda de los cinco años previos, que fueron los de mayores ventas.
En este primer semestre, el crecimiento provino esencialmente de los servicios, porque la industria sigue sufriendo. Por coincidencia, supongo, tuvimos datos excepcionales para ciertos meses en cada uno de los cuatro componentes industriales: minería, electricidad, construcción y manufacturas. Digo excepcionales porque no se convirtieron en tendencia: contratos de Pemex, mantenimiento, rezago en entrega de autos. El comportamiento esperado en la industria, sin embargo, no es muy positivo. Aunque en los últimos dos meses el sector automotor ha tenido buen desempeño, otros sectores, que eran mucho más dinámicos al cierre de 2022, como cómputo o maquinaria eléctrica, se han ido frenando. Las exportaciones manufactureras no automotrices ya entraron en terreno negativo, en el mes de mayo.
Las manufacturas en México se mueven de manera similar a su contraparte estadounidense, aunque con un poco mejor tendencia. Las manufacturas en Estados Unidos llevan ya varios meses en contracción, y el indicador adelantado para junio cayó todavía más. Es posible que ese ciclo manufacturero sea la razón por la cual los expertos esperan un menor crecimiento para el próximo año.
En los servicios, aquellos asociados con la industria no están comportándose muy bien, pero aún no caen. Me refiero a comercio al mayoreo y transportes. En cambio, comercio al menudeo ha mostrado gran fuerza, que en parte debe responder a más empleo y mayor salario real, que es algo claro en el primer trimestre del año, pero ya no tanto en el segundo (al menos el empleo). También en los servicios hemos visto datos un poco fuera de tendencia, a veces en servicios inmobiliarios, a veces en turismo, pero el caso más extraño se presentó en abril, en el combinado de entretenimiento y otros servicios. En realidad, son los otros servicios los grandes en ese rubro (cerca de 70 por ciento), y son servicios de mantenimiento, en su mayoría. El dato referido es realmente raro, porque es el máximo histórico, algo inexplicable si tanto “entretenimiento” como “otros servicios” están muy por debajo del nivel de 2018 en la encuesta del sector. Tal vez sea resultado de los ajustes estacionales, tal vez alguna falla de medición.
Pero eso no significa que no haya habido un crecimiento importante en el primer semestre. Si no lo hubiera, tanto los consumidores como los empresarios reportarían malos resultados en las encuestas de confianza, y no es así. Hay sin duda un mejor ánimo en este momento del que había al cierre del año pasado. Parte de ese ánimo viene del superpeso, que ya hemos comentado que es una mala cosa, pero la gente lo entiende al revés.
Este buen ánimo se refleja también en mejores calificaciones para el gobierno, que siguen colocando a López Obrador en el nivel de los presidentes anteriores, con la salvedad de Peña Nieto, que nunca pudo ser popular. Como suele ocurrir con la economía, no conviene apostarle a la popularidad, porque no puede controlarse. En nuestro caso actual, en el que casi todo depende del sector externo, sería una pésima idea. Si las expectativas de los expertos son correctas, lo bueno ya terminó. Los 12 meses que faltan para la elección podrían no serlo.