En la última semana de junio, los partidos de oposición anunciaron la creación del Frente Amplio por México, incluyendo un método para definir a su coordinador nacional. Esto último fue una reacción al proceso interno de Morena, que dice ser para elegir al responsable de los comités de Defensa de la Cuarta Transformación, puesto inexistente en sus estatutos. Como sabemos, en ambos casos se trata de avanzar en la definición de la candidatura presidencial de 2024, al margen de la ley, producto de la urgencia inexplicable de López Obrador.
En cualquier caso, parece que la aparición de un Frente Amplio de oposición, con potenciales candidaturas exitosas, frente a un proceso interno desangelado y oneroso en Morena, ha provocado una caída en la única medición que parece importar a López Obrador: su popularidad.
Este lunes estaremos esperando los resultados de la encuesta mensual de El Financiero, para corregir o confirmar esta hipótesis que, por el momento, tiene sólo como evidencia el comportamiento de la medición diaria que realiza Mitofsky para El Economista. En ella, López Obrador ha perdido prácticamente cinco puntos en el mes de julio. No convence a todos la medición diaria, y del otro lado tenemos casas encuestadoras que miden cada trimestre. En El Financiero, en cambio, la medición mensual nos permite tener una idea más clara del comportamiento de esta variable.
También el lunes se publica el indicador de Confianza del Consumidor, que no sólo mide la percepción económica de las familias, sino también su interpretación del contexto. Cuando imaginan que el país tiene una mejor dirección, evalúan mejor el momento actual. Por el contrario, cuando perciben que las cosas se descomponen, extienden ese juicio a la situación económica, propia y del país.
Con esas dos mediciones del lunes, será más claro si la irrupción del Frente Amplio está provocando un daño importante a la coalición presidencial. De manera anecdótica, parecería ser así, porque el Presidente ha tenido un comportamiento más extraño en las últimas semanas. Muy agresivo contra la oposición, especialmente contra Xóchitl Gálvez, que parece identificar como la mayor amenaza a su continuidad, pero además perdido en ocurrencias: desde decir que ve una economía exitosa (con el peor crecimiento económico de un sexenio desde hace un siglo), finanzas públicas sanas (a pesar del reconocimiento de Hacienda de que su déficit se encamina a 5 por ciento del PIB, punto de no retorno), avances en seguridad (con más pérdidas humanas que cualquier otro sexenio, crecimiento de extorsión, expansión geográfica de la violencia) y apenas en esta semana, la gran idea de construir un inmenso almacén en la Ciudad de México para que haya medicinas.
No sólo no entiende cómo funciona el abasto de medicinas, y no sólo no le queda claro que él es el culpable del desabasto, sino que insiste en concentrar en Ciudad de México las soluciones, cuando había anunciado una descentralización de dependencias que, observe usted, nunca ocurrió. Una más de las promesas incumplidas.
Y es que eso es lo que está detrás de lo que hemos visto en este mes pasado. López Obrador se encamina al final de su gobierno sin haber logrado cumplir nada relevante. Aunque insista en mentir en las mañaneras, cada vez es más claro, para más personas, que no se logró nada en este gobierno, y sí se destruyó mucho. Aunque en los últimos meses hemos visto algún avance económico, apenas estamos cruzando el nivel que teníamos hace cinco años; aunque hay algún incremento en ingreso de las personas, es inferior a lo que han crecido sus gastos; aunque reparten dinero, no compensa la pérdida de atención en salud y educación.
Si esto no había llevado a un reclamo abierto, es porque no había quién cohesionara esa reacción. Ahora lo hay y empieza a notarse.