Como usted sabe, las recesiones son fenómenos normales, parte del ciclo económico. Hay diversas explicaciones del porqué de este ciclo, pero creo que la más adecuada en tiempos recientes tiene que ver con el precio del dinero. Usamos el dinero para intercambiar bienes y servicios, pero también para intercambiar tiempo. Hay quien requiere dinero hoy para algún proyecto, y hay quien no lo necesita en este momento, pero pretende hacerlo en el futuro. Este intercambio temporal es lo que determina la tasa de interés.
Cuando muchas personas quieren gastar hoy, y pocas están dispuestas a aportar el dinero, la tasa de interés debe subir. Por el contrario, cuando hoy muchos quieren prestar, para usar su dinero después, pero pocos tienen proyectos en el presente, la tasa de interés debe bajar. Sin embargo, en esos movimientos hay algunos actores económicos con un peso mucho mayor. El más grande de todos es el gobierno, por lo que si éste necesita dinero con urgencia, la tasa de interés va a subir aunque los demás no tengan realmente en qué invertirlo.
El agente financiero del gobierno suele ser el Banco Central, que tiene además la preocupación de impedir que suban los precios (es decir, que el precio del dinero usado para intercambios se desplome). Por lo tanto, cuando hay riesgo de inflación, el Banco Central intentará reducir el dinero en circulación. Si esa decisión se suma a un gobierno en serio déficit, las tasas suben mucho, y eso tumba la inversión productiva. Todo el dinero se va a prestar al gobierno, pero pocos proyectos de inversión resultan atractivos con esos costos.
Por eso, cuando empezaron a subir las tasas hace casi dos años, creció la preocupación por una posible recesión. Para muchos, ésta debía ocurrir en este año, pero ya casi termina y no la vimos. Los que dudaban de la recesión han celebrado, e incluso se burlan de que haya quien insiste en que ahí viene el lobo.
Pero sí se le está viendo el hocico y la cola al animal. Las tasas de interés en Estados Unidos, aunque empezaron a crecer hace tiempo, no habían sido efectivas en tanto que la inflación era superior a ellas. Eso ya no ocurre, y las tasas de largo plazo están en niveles realmente elevados. Por esa razón, el mercado inmobiliario en Estados Unidos se ha detenido, y la venta de casas existentes está ya en uno de los niveles más bajos del siglo. Más bajo que en la pandemia, y casi al nivel de la Gran Recesión.
En Estados Unidos es popular el acrónimo HOPE, aparentemente inventado por Michael Kantro, que se usa para identificar si una recesión está en camino. El acrónimo indica que los mercados van a caer de forma secuencial: inmobiliario (housing), producción (orders), ganancias (profits) y, finalmente, empleo (employment). De esos cuatro indicadores, sólo el empleo ha resistido, y considerando que es la última letra, no hay forma de estar seguros de si ya libramos la contracción, o nos espera a la vuelta de la esquina.
De julio a la fecha, el mercado bursátil en Estados Unidos ha perdido casi 10 por cideno de su valor, mientras las tasas de largo plazo (10 años) ha subido en un punto porcentual en ese mismo lapso, pasando de 3.8 a 4.9 por cieno. Considerando que la tasa había venido bajando de forma continua desde inicios de los ochenta, este comportamiento es preocupante.
Si ponemos en este contexto el gran déficit del gobierno estadounidense, los conflictos abiertos, los que están esperando para iniciar, la recesión parece una cosa menor. Creo que hay señales claras de que habrá dificultades en la economía estadounidense, y como ha sido desde allá que se ha producido todo el crecimiento en México durante este sexenio, pensé que sería bueno amargarle el fin de semana.