El ajedrecista en 10 dimensiones la ha hecho de nuevo. Preocupado porque su candidata no parece que logre superar el techo de 42% que Gabriel González Molina ha vaticinado en Switchers 2.0, intentó tener una tercera opción que redujera el porcentaje disponible para las dos competidoras de verdad, y con eso aspirar al triunfo. Debido a que todos ya se habían acomodado, sólo quedaba Movimiento Ciudadano, que parecía inclinarse por tener a Ebrard como candidato, pero eso hubiera sido impensable para el ajedrecista.
En consecuencia, aplicó el viejo método de los expedientes para impedirle a Marcelo esa salida y obligarlo a regresar, de hinojos, al rebaño. Con el mismo método, impuso a Samuel García en su lugar. No parece haber entendido que Samuel no tiene, y nunca ha tenido, margen de maniobra en Nuevo León. Los votantes lo eligieron como gobernador al mismo tiempo que no le dieron un solo diputado. Era claro, para cualquiera que no jugara en 10 dimensiones, que serían PRI y PAN los que nombrarían al interino cuando Samuel pidiese licencia.
Así ocurrió, pero el interino nombrado fue descalificado por la Corte. Cuando Samuel regresó, por tres días, se nombró un nuevo interino que no tenía problema. Por tanto, el alfil que Samuel esperaba colocar en la gubernatura para cuidarle las espaldas no tuvo posibilidad, y el nombrado por el Congreso era nada menos que un fiscal de larga y reconocida trayectoria. Justo lo necesario para no sólo complicarle la campaña, sino muy probablemente asegurarle la cárcel.
Desde 2021 se sabe que tanto Samuel como su familia tienen ingresos poco claros, ya sea relacionados a actividades oscuras como al grupo que ahora llaman “factureros”. Además, se dice que hay una cantidad no menor del presupuesto del estado, cerca de 60 mil millones de pesos, que no se ha ejercido con claridad. Todo eso está en la opinión pública, pero con un fiscal en el interinato, muy posiblemente podría convertirse en causa penal.
Tal vez por eso, Samuel terminó rindiéndose. Mientras su esposa, que fue artífice del triunfo hace dos años, participaba en un evento social, Samuel corría por todas partes para regresar a la gubernatura, y con ello abandonar la carrera presidencial. De forma atropellada y confusa, como ha sido toda su actuación en este episodio, Samuel dejó colgado al ajedrecista, y con ello provocó un serio regaño de parte del testaferro que cobra por dirigir Morena.
El sainete se robó las primeras planas del sábado, que debían haber sido para la inauguración del aeropuerto de Tulum, pero sobre todo se robó la posibilidad de que Claudia, con poco más de 40% de los votos, pueda ganar la Presidencia. El fin de semana, aparece una encuesta que confirma que López Obrador tiene 37% de rechazo, que sin duda significa esa misma proporción de voto por la oposición. En cambio, los cerca de 60 puntos de aprobación no se trasladan de la misma forma. Dicho más claro, se cierra el año con un empate entre las dos candidatas a la Presidencia, las únicas que hay, aunque muchos sigan sin entenderlo.
La falta de capacidad estratégica del así llamado ajedrecista en 10 dimensiones es abrumadora. Fue incrementando el número de adversarios durante su gobierno, merced a esa incapacidad de tener empatía: con los muertos en Tlahuelilpan a un mes de tomar posesión, con los cientos de miles que murieron en la pandemia, con mujeres y niños a los que dejó sin medicinas, con cientos de miles de desaparecidos (que hoy busca borrar de las estadísticas), y ahora con, otra vez, cientos de miles de damnificados en Guerrero. Tiene ahora que hacer malabares para imponer a una sucesora sin carisma, ideas o enjundia. Y no tiene la inteligencia para hacerlo. Le quedan exactamente seis meses para perder la elección.