Se publicó el informe de la prueba PISA, que realiza la OCDE, en este caso para el año 2022. En realidad, debía haberse realizado en 2021, pero por la pandemia prefirieron posponerla un año para medir de manera más adecuada. Como se esperaba, hay una caída general en el aprovechamiento de los alumnos, en casi todos los países, y en las tres áreas que mide esta prueba: lectura, matemáticas y ciencias. Eso también ocurre en México.
Lo que a mí me parece más útil de esta prueba no es la comparación de los promedios, que algo informan, pero sobre todo esconden mucho. Prefiero utilizar la distribución que la prueba establece mediante “módulos”. Existen seis módulos, que tienen dificultad creciente. Los jóvenes que no pueden terminar el módulo uno se considera que no tienen el aprendizaje para enfrentar dificultades elementales: no pueden comprender párrafos simples, no pueden resolver problemas sencillos con todos los datos, etcétera.
Los jóvenes que logran llegar al módulo 5 o 6 son considerados “de excelencia”, y se piensa que son ellos los que podrán convertirse en líderes en las diversas actividades: investigación, docencia, pero también medios, empresa, política.
Puesto que no es posible detallar en este artículo la inmensa cantidad de información que provee PISA, me concentro en matemáticas (que es donde los latinoamericanos salimos más mal), y lo hago con la comparación de módulos que le mencionaba. En 2018, 56% de los jóvenes mexicanos no podía pasar del módulo 1 en matemáticas, mientras que sólo 0.5% llegó al módulo 5, y nadie al módulo 6. Para 2022, se quedó en el módulo 1 66% de los jóvenes, y los que llegaron al 5 se redujeron a 0.2%. Otra vez, nadie en el 6.
Este fenómeno ocurrió en casi todos los países. Los sospechosos comunes sí mejoraron: Japón, Corea, Singapur, Taiwán, acompañados de Turquía, Croacia y Australia. En el promedio de la OCDE, hubo una caída de 20% en el número de jóvenes en los niveles 5 y 6. Pero la caída de México fue de 60%, apenas superado por un puñado de países: Albania, Kosovo, Indonesia, Marruecos, Jordania, y Dominicana, que perdió al 0.2% que lograba ubicar en esos módulos.
Es decir que parte de la caída de México es compartida por buena parte de los países, así como compartimos la pandemia, pero nosotros tenemos un comportamiento peor al promedio, por bastante. Es otra vez lo que ocurrió con la mortalidad o la economía: todos sufrimos, pero nosotros más que el resto del mundo, debido a malas políticas, fuese por la necedad del criminal Gatell, o porque López Obrador guardaba recursos para repartir en efectivo.
Ahora es claro que también tuvimos una mayor caída en educación, y eso es antes de la llegada de la Nueva Escuela Mexicana, que es el mayor esfuerzo por convertir a México en Cuba, Nicaragua o Venezuela. Antes de eso, insisto, perdimos el 60% de los jóvenes que lográbamos colocar en alto nivel en matemáticas, que eran apenas 0.5% de cada cohorte. Creo que una parte de eso se explica por un dato que también publica la OCDE: la escasa variación entre escuelas, y al interior de ellas.
Con una referencia de 100 puntos de variación para el promedio de la OCDE, México alcanza apenas 57 puntos. De los 80 países reportados, estamos en lugar 67. Están peor Guatemala, Uzbekistán, Palestina (West Bank), Costa Rica, Arabia Saudita, Filipinas, Panamá, Kosovo, Marruecos, Indonesia, Jordania, El Salvador y República Dominicana. Este es el grupo de países donde hay menos variación entre escuelas, y al interior de ellas. Son países que “igualan” a los niños y jóvenes, de la única forma en que esto es posible en sistemas educativos: hacia abajo.
Si en algo la igualdad es una mala idea, aunque suene feo, es precisamente en el desempeño educativo. Y ahí andamos.