El retiro de Samuel García de la carrera presidencial confirma que ésta se trata de elegir entre dos sopas, ni una más. Movimiento Ciudadano ha dejado claro su compromiso con Morena, que parecía evidente desde que en 2021, al no participar con la coalición, permitieron la mayoría que tiene en Diputados; lo reiteraron en 2023 al retirar la candidatura de Juan Zepeda en el Estado de México, dejando vía libre a Delfina; lanzando a Samuel hace unos días y, para culminar, anunciando el fin del bloque de contención en el Senado. Ahora, como lo comentamos hace unos meses (17 de julio), parece que repetirán la historia de su modelo español, Ciudadanos, y avanzarán hacia la insignificancia.
Así, aunque han anunciado que tendrán candidato presidencial en enero, es poco probable que sea relevante en una contienda de dos fuertes candidaturas, polarizantes, y nada más mantener el registro les será complicado.
La elección de la próxima presidenta será entonces entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Muchos mexicanos no parecen haber comprendido esto. Discuten acerca de cómo deberían ser los equipos de cada candidata, de las propuestas que a su juicio deberían ofrecer, de su comportamiento, de decenas de asuntos irrelevantes. No se trata de comparar a cada una de ellas con la idea personal de lo que debería ser, sino de compararlas entre ellas. Nada más.
Claudia Sheinbaum ofrece continuar con el modelo de gobierno vivido los últimos cinco años. En opinión de esta columna, ese modelo ha consistido en concentrar todo el poder en la persona de López Obrador (que no en el presidente), destruyendo para ello todas las instituciones que lo obstaculizan. Para asegurar su triunfo electoral, se ha sumado a ello el uso de recursos públicos para comprar votos y para construir obras inútiles, a costa del deterioro de los servicios de seguridad, salud y educación. Esto significa que el triunfo de Sheinbaum garantizaría el fin de la democracia, pero también un mayor deterioro en esos servicios, porque López Obrador no está pensando en retirarse, sino en mangonear a su sucesora.
Xóchitl Gálvez no ha ofrecido un planteamiento definitivo, pero ha insistido en recuperar seguridad, salud y educación, y en promover oportunidades para el desarrollo personal de los mexicanos. Esto implica un freno a las obras faraónicas, y una administración cuidadosa de la política social. El núcleo de su oferta, sin embargo, es hablar y gobernar con la verdad, a diferencia de lo que hoy ocurre, donde más de 100 mentiras se emiten a diario desde Palacio.
En lo relativo a las posibilidades de triunfo, ambas tienen un piso parejo de partida, medido en votos. Entre 2021 y 2023, los votos de ambas coaliciones son esencialmente iguales. Claudia Sheinbaum tiene una gran ventaja en recursos (considerando la ausencia de respeto a la ley ya demostrada por el gobierno) y en gobernadores (23). Xóchitl Gálvez tiene a su favor ser candidata de oposición (prácticamente todas las elecciones presidenciales de este ciclo en América Latina han sido ganadas por la oposición), y probablemente ser considerada la externa a la política, aunque la presencia de los partidos podría opacar esto. Sin duda, tiene un carisma del que carece Sheinbaum.
Considerando el voto duro de López Obrador, el riesgo de que pierda Sheinbaum es muy elevado, y es por eso que le urgía la participación de Samuel (que ya no ocurrió), le urge convencer a los mexicanos de que la elección ya está resuelta (para que no vayan a votar, y su voto duro le alcance), y le urge también debilitar las instituciones electorales. Tanto en el INE como en el TEPJF, avanzan los intentos de destrucción desde dentro.
Y es que, cuando todos entiendan que sólo hay dos sopas, la suya no será la preferida.