Fuera de la Caja

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A cuarenta días de la elección, todo sigue en manos del que no quiere irse. De lo que llega, no hay sino palabras, potenciales nombramientos, ideas difusas. Esto no va bien.

Siguen ocurriendo nombramientos del gabinete de Claudia Sheinbaum, pero no hay claridad acerca de su gobierno. Por un lado, nombra personas que la han acompañado; por otro, a quienes han colaborado con su mentor, pero se han mantenido distantes de ella, o incluso se han enfrentado. Hay señales de absurda continuidad, y de pálido cambio.

Ha nombrado en Economía a Marcelo Ebrard, pero también a Altagracia Gómez como responsable del Consejo Empresarial con el que contará el gobierno. Los empresarios tendrán que elegir quién puede servirles de enlace con la Presidencia, supongo.

Encargó la Secretaría de Energía a quien fue su mano derecha, financiera y administrativa, en Ciudad de México. Debe tener claro que cualquier mínima luz de esperanza pasa por resolver ese sector. Pero no nombra a los líderes de CFE y Pemex, y de sus dichos puede deducirse que no se atreve a cambiar el rumbo ni en electricidad ni en petróleo.

Mantiene en Hacienda al último secretario de López Obrador, el que dijo que podía reducirse el déficit de 6 a 3 puntos del PIB para 2025. Incluso afirmó que eso era posible porque ya no habría gastos en los elefantes blancos del actual gobierno. Primero, eso es falso, porque no van a acabarlos antes de octubre; segundo, mientras el déficit es de 6 puntos del PIB, la inversión física no llega a 2.5 puntos. Ni quitándola toda llegaría a la meta anunciada, y eso es, además, imposible; tercero, ya empezó Sheinbaum a criar sus propios elefantitos: quiere trenes de pasajeros de Ciudad de México a Monterrey y Guadalajara.

Nombró a su hombre de confianza en la secretaría de Seguridad Pública, García Harfuch, pero poco antes de eso insistió en que la Guardia Nacional pasará a Sedena, con mando militar. ¿A qué se dedicará Harfuch?, ¿a sacar punta a los lápices? Por si fuese poco, Gobernación será ocupada por Rosa Icela Rodríguez, quien hoy ocupa la secretaría a la que llegará Harfuch, y de cuyo desempeño no hay ni rastro. Mucho menos alguna evidencia de que tendrá utilidad en el puesto que, por décadas, era el más importante después de Presidencia. Ah, pero ahora habrá jefe de la Oficina de Presidencia, y ese puesto lo ocupará Lázaro Cárdenas.

Hay dos cabezas para hablar con empresarios, al menos dos para encargarse de seguridad, otras dos para encauzar al gobierno. Hay dos lógicas para el sector energético, y también dos para el tema fiscal. Hay dos gobiernos en uno, según parece, y como nada más hay una presidenta, no queda sino suponer que el otro sea el que no quiere irse.

Lo que no podemos saber es si esto es una estrategia para soportar los 80 días que aún faltan, si es un empate en el pulso o si se trata de esconder la derrota. Porque hablar con empresarios lo puede hacer cualquiera, modificar la regulación, no; enfrentar al crimen organizado lo puede hacer el que tiene armas, no el que tiene una secretaría; financiar elefantes exige poder firmar los cheques; negociar con gobernadores y legisladores, al final, dependerá de desde dónde vienen las órdenes, y no me refiero a Bucareli o la Plaza de la Constitución.

Todo está detenido esperando septiembre. Las distracciones mañaneras, o de jueves a mediodía, no cambian en absoluto el panorama, porque no aportan claridad, como espero haber mostrado. A cuarenta días de la elección, todo sigue en manos del que no quiere irse. De lo que llega, no hay sino palabras, potenciales nombramientos, ideas difusas. El otro amarra, aprieta, presiona.

Esto no va bien.

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