Fuera de la Caja

Demencial

Por el momento, la presión sobre las finanzas públicas es mayor que la que teníamos antes de la elección, que ya era considerable.

El miércoles pasado comentamos aquí las caídas en bolsas de valores del lunes 5 de agosto. De hecho, el movimiento a la baja empezó con el mes, desde el mismo jueves primero, provocando que el mercado japonés cayese 18 por ciento en esos tres días hábiles, mientras que el indicador SP500 de la bolsa estadounidense se contraía 6 por ciento. El peso mexicano perdió casi 7 por ciento de su valor en esos mismos días.

Desde entonces, sin embargo, ha habido cierta serenidad en los mercados, pero da la impresión de ser eso que llaman ‘calma chicha’, no pasa nada, pero no hay tranquilidad. El indicador de variabilidad conocido como VIX, si bien no ha repetido el susto del lunes, cuando casi alcanzó el nivel de la pandemia, tampoco ha regresado a los valores que nos acostumbraba durante este año.

Hoy, cuando usted lea, ya se habrá publicado el dato de inflación en Estados Unidos, y si sigue el comportamiento de los precios al productor, que ayer provocaron un muy buen día en los mercados, es posible que continúe el optimismo. Reducciones en el crecimiento de precios, así como alzas en desempleo, indican una elevada posibilidad de que la Reserva Federal efectivamente inicie el ciclo de reducciones en la tasa de interés y, con un poco de suerte, se evite una recesión en Estados Unidos.

Esa posibilidad, y la tendencia a la baja en nuestra inflación subyacente, es lo que explica la decisión del Banco de México de reducir la tasa de referencia, y es por eso también que no hemos tenido un mayor ajuste en el tipo de cambio. Los mercados, como se dice, anticipan este comportamiento en ambas autoridades monetarias, y no realizan grandes movimientos. De cualquier forma, como lo platicamos la semana pasada, estamos en un nivel mucho mayor al que habíamos visto en los meses previos a la elección.

Sin las declaraciones del Presidente de impulsar su reforma jurídica, el comportamiento de los mercados internacionales al día de ayer hubiese implicado un tipo de cambio de 16.40 pesos por dólar, y no los 19 en que estuvo. Es una diferencia de 2.60 pesos, que corresponde a ese 16 por ciento de incremento en el riesgo que llevamos en los dos meses y medio que han transcurrido desde la elección.

Es importante notar que el impacto de este comportamiento en el costo financiero del gobierno no es menor. Aunque nada más un 15 por ciento de la deuda pública está en moneda extranjera, el riesgo adicional implica un efecto diez veces mayor que la reducción que puede ocurrir por la menor tasa de referencia del Banxico. Es decir que, por el momento, la presión sobre las finanzas públicas es mayor que la que teníamos antes de la elección, que ya era considerable. Pero ya se imaginará lo que esto significa para las cuentas de Pemex durante este trimestre, que conoceremos ya con el nuevo gobierno.

A pesar de esto, todo indica que la necedad presidencial es a toda prueba o, como dice Guillermo Sheridan, “el cráneo macuspano es particularmente sólido”, y las reformas continúan. Ya hay dictámenes de algunas de ellas, y entiendo que ya están programando sesiones en septiembre para su aprobación. Como ya hemos comentado, desaparecer los organizamos autónomos puede poner en serio riesgo al T-MEC, y la destrucción del Poder Judicial a todo el resto de la inversión, nacional y extranjera. Continuar por ese camino implica apostar a la pérdida de valor del peso, que había sido la gran obsesión presidencial durante todo el sexenio, pero ahora ya no parece importar. En un entorno que de por sí ya es turbulento, decisiones menos absurdas serían un riesgo innecesario. Las que se proponen son de nivel demencial. Hay que estar preparados.

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