Fuera de la Caja

Inminente

Hace meses decíamos que podría ocurrir el “error de septiembre”. Todo indica que así será, y eso es la próxima semana.

No parece que podamos hacer mucho. Aunque todos, lo comentamos el lunes, han externado su preocupación por reformas mal pensadas y mal hechas, López sigue necio. Frente al reclamo de los embajadores de Estados Unidos y Canadá, que hablan a nombre de sus ciudadanos y empresas, se inventa otra vez la “pausa” diplomática, una ocurrencia más del profundo ignorante que vive en Palacio.

Si no entiende (o no quiere aceptar) lo que le dicen académicos, trabajadores, empresarios, medios, embajadores, menos es capaz de leer a los mercados, que en tres meses han movido el tipo de cambio de 17 a casi 20 pesos por dólar. Ya hoy estamos por encima del precio que tenía el dólar en julio de 2018, cuando ganó la Presidencia. Después, cuando canceló el aeropuerto, lo llevó casi a 21, y por eso insiste que en su gobierno no hubo devaluación. Ya sin los vientos a favor de los mercados internacionales, y con su evidente desmesura, regresan los malos tiempos.

Si ni las señales del mercado ni las declaraciones de tantas personas le hacen cambiar de rumbo, mucho menos estará en capacidad de entender información de más largo plazo. Por ejemplo, la caída tan espectacular de la inversión extranjera directa. La inversión nueva en México, durante los últimos 12 meses, es la menor desde 1992, si la medimos en dólares. Si lo hacemos como proporción del PIB, no teníamos 12 meses tan malos desde que existen datos, es decir, desde 1960. Cuando la discusión pública era acerca del nearshoring, de cómo administrar la abundancia de dólares que llegarían a financiar instalaciones para incorporarnos mejor a la economía de Norteamérica, resulta que la inversión se desploma. Con ella, el crecimiento futuro.

Como sea, rumbo a su último “informe”, ha lanzado spots que repiten su estrategia de todos los días: mentir sin hacer gestos, que parece ser su principal activo. Aunque ocultar la verdad es algo común en la política, el grado que puede alcanzar López, más allá de cualquier límite, es algo que pocas veces se ve, pero que hoy es el instrumento que utilizan diversos personajes autoritarios en su búsqueda de poder absoluto. Es el caso de Trump, Erdogan, Putin, Sánchez, Maduro, pero creo que coincidirá conmigo en que nadie compite con López. Es líder indiscutible.

Ya alguna vez habíamos utilizado una frase de Shakespeare, del rey Lear: “Es la plaga de hoy, cuando los locos guían a los ciegos”. Hay que volverla a usar, sobre todo cuando la tragedia es inminente. Hace meses decíamos que podría ocurrir el “error de septiembre”. Todo indica que así será, y eso es la próxima semana.

López Obrador pudo terminar su gobierno como un fracaso rescatable. Peores condiciones en todos los ámbitos, pero con todavía un poco de mayor poder adquisitivo de los trabajadores. Muy baja inversión, pero con la posibilidad de que la sucesora pudiera reactivarla con unas pocas decisiones (que, de hecho, está tomando, según se desprende de los nombramientos en energía). Pero parece que pasar a la historia como un mediocre fracasado no era opción, así que decidió convertirse en el villano destructor.

Lo hace pensando que los ciegos que hoy le permiten destruir, serán los que modifiquen la Constitución para permitirle regresar a la Presidencia de inmediato y no dejarla jamás. Que frente a la debacle de los primeros meses de Sheinbaum, la salida de esos ciegos sea llamar al indispensable, al único, al más grande.

Es el signo del momento: el loco y los ciegos, apostando a reinar sobre las cenizas.

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