Este miércoles, Enrique Quintana propuso un cálculo acerca del costo económico del sexenio. Hasta el segundo trimestre de 2024, la economía mexicana había crecido menos de 5 por ciento, frente a un crecimiento de la economía estadounidense de 13 por ciento (comparando con el último trimestre de 2018). Esos ocho puntos de diferencia los reduce a seis, considerando que en sexenios previos la economía vecina creció un poco más rápido que nosotros, si medimos desde los tiempos de Fox. Seis puntos del PIB son poco más de dos billones de pesos, y eso es lo que Quintana considera el costo económico del sexenio.
Creo que tiene razón, pero me parece que falta una parte adicional del costo: la deuda. En presentaciones, utilizo la comparación que publicó Quintana, pero con datos trimestrales, para ver mejor todo el proceso. Comparando desde los años ochenta, es posible identificar dos momentos de crecimiento artificial, que yo suelo llamar ‘burbujas’.
Uno ocurrió en los tiempos de Carlos Salinas, cuando un tipo de cambio controlado por el gobierno nos dio un dólar barato, y hubo además una expansión de crédito totalmente absurda. Esa burbuja de consumo fue lo que hizo pensar a los mexicanos que ya vivíamos en primer mundo y cuando resultó que no era así, convirtió a Salinas en el villano favorito. Un año antes del ‘error de diciembre’, era el presidente más popular de la historia.
El segundo momento de crecimiento artificial ocurre de mediados de 2022 a mediados de 2024: es la burbuja de consumo de López Obrador. Ésta ocurre gracias a incrementos salariales ya fuera de toda lógica (como platicamos hace poco, duplicar el salario mínimo era algo razonable y necesario, pero superar ese nivel ya no tiene sustento en productividad), a transferencias crecientes (especialmente pensiones) y a supuestos gastos en inversión. Digo supuestos porque desde mediados de 2022 le he comentado que la información que publica INEGI en el rubro “obras de ingeniería civil” no tiene sentido, es producto de un engaño de los constructores del Tren Maya (Sedena) y en menor medida Dos Bocas.
En cualquier caso, la burbuja de consumo se puede identificar viendo la diferencia entre lo que ocurrió en 2023 y 2024 frente a la tendencia. En mi cálculo, el gasto en consumo en 2023 fue superior en 3.8 por ciento del PIB, y en la primera mitad de 2024 alcanzó el equivalente a 5.4 por ciento del PIB. Es una coincidencia, pero esas cifras se parecen mucho al déficit fiscal en ambos años. Digamos que, como en los tiempos de Salinas, los mexicanos compraron durante dos años con tarjeta de crédito. Por eso llegaron felices a las urnas el 2 de junio, que era el objetivo desde siempre.
El déficit fiscal en México, de 1993 a 2008, fue prácticamente nulo. Desde la Gran Recesión, y hasta el final del gobierno de Peña Nieto, se incrementó a 2.4 por ciento del PIB. En ese sexenio alcanzará 3.3 por ciento. Esto significa que López Obrador incrementó el déficit en casi un punto porcentual por año. Eso representa un incremento de 5.7 por ciento del PIB frente al gobierno de Peña Nieto, de más de 10 puntos frente al de Calderón y de casi 18 frente a Fox. Si promedio esos tres, en este gobierno hay un costo adicional de 11 puntos del PIB, que debemos sumar a los seis calculados por Quintana. Si nada más comparamos con el sexenio previo (que creo sería más correcto), entonces nada más se duplica ese costo de 2.3 billones de pesos que propuso Quintana.
En esta penúltima colaboración del sexenio, esta columna estima que el costo de este periodo queda cerca de los cinco billones de pesos. Sin considerar las inversiones improductivas, el desastre en salud y educación, y la pérdida de expectativas de los mexicanos. Y lo que acumulen en estos últimos días.