En esta semana hemos analizado las tres grandes amenazas que se ciernen sobre la fuerza hegemónica en México. Todas ellas son internas, obviamente. El lunes veíamos que son excluyentes, y eso no sólo los aísla, sino que les impide tener instrumentos de mediación en caso de requerirlos. Están asumiendo, de forma agresiva, toda la responsabilidad por lo que ocurra. Y lo que está ocurriendo no es bueno.
El miércoles revisamos lo que llamé indisciplina. Por un lado, la falta de orden al interior; por otro, la lealtad dividida, que en los hechos nos está provocando un “problema de los tres cuerpos”: un poder en manos de una persona, el otro en manos del antecesor, y el tercero enfrentando su disolución.
Hoy toca la tercera amenaza. Además de excluyentes e indisciplinados, quienes forman parte de la fuerza hegemónica son incompetentes. Gracias a que recibieron una economía bastante sana, con ahorros, con la mayor complejidad de América Latina, con fuertes vínculos con Estados Unidos, pero también con España, pudieron sobrevivir seis años. Destruyeron prácticamente todo en el camino.
Si bien el sector energético ha tenido dificultades desde 2009, los ajustes de 2013 permitieron sanear las finanzas de las empresas públicas, estabilizar el abasto, incorporar inversiones nuevas, avanzar en la transición a energías limpias. Desde diciembre de 2018, el sector se descompuso: cayó la producción de petróleo; Pemex se convirtió en un barril sin fondo; CFE empezó a tener pérdidas, además de no invertir en transmisión; se impidió la entrada en funcionamiento de instalaciones eléctricas privadas… y hoy no tenemos energía suficiente.
Desde 1980 hasta 2018, la economía mexicana creció al 2.2% anual, y muchos se quejaban de que era poco. En los últimos seis años, ha crecido a un tercio de eso, y estamos ya en una recesión en este último trimestre de 2024, que seguramente se extenderá por buena parte del próximo año.
Para financiar la compra de votos disfrazada de política social y los elefantes blancos, se dilapidó lo ahorrado en los 25 años previos, después se destruyó a las secretarías, dejándolas sin presupuesto desde hace cuatro años, y finalmente tuvieron que reconocer un déficit fiscal fuera de lo normal, que ahora afirman que corregirán para el próximo año.
En este momento, el gobierno no tiene los recursos para cumplir sus funciones. Ni en estos meses, ni en el próximo año. Necesitan préstamos para lograrlo, en cantidades que ya bordan lo irrazonable. Deuda de corto plazo de Pemex, deudas con sus proveedores, el financiamiento de un déficit que no podrá ser menor al de este año (porque es mentira que los recursos se iban a inversión).
Pero la incompetencia no es sólo administrativa, es general. Desde hace seis años no se resuelven los problemas existentes, sino que se crean nuevos. No creo que se requiera ir al detalle en el caos de inseguridad y violencia que hemos visto en este mes. Tampoco hay que repetir la información sobre el desastre en salud, o el deterioro y abandono en educación, infraestructura, servicios públicos.
La combinación de este deterioro, de los desastres, con el conflicto de disciplina, hace muy difícil mantener la hegemonía. Es cierto que no existen alternativas claras (precisamente por eso son hegemónicos), pero eso no impide el caos, por el contrario, lo hace más difícil de manejar. Justo por esa razón me parece que la actitud excluyente cierra el círculo, y los deja en una posición insostenible.
A diferencia de la fuerza hegemónica del siglo XX, ésta está dilapidando en semanas lo que a aquélla le tomó décadas. No vaya usted a alegrarse, que a esta llamarada de petate lo que le sigue es el caos abierto.