Fuera de la Caja

A lo que sigue

Por las próximas tres o cuatro semanas tendremos que mantenernos más o menos aislados, ya sea que el gobierno lo indique o no.

Bueno, pues es necesario movernos. No me refiero a que deje su casa y se ponga a pasear ni nada cercano a eso. Por las próximas tres o cuatro semanas tendremos que mantenernos más o menos aislados, ya sea que el gobierno lo indique o no. De hecho, la sociedad empezó a distanciarse físicamente desde hace ya dos semanas, incluyendo esta en la que los niños ya no fueron a la escuela.

No nos servirá de mucho la información económica por un tiempo, porque el rezago que siempre tiene es ahora muy relevante. Apenas hoy conocemos la actividad económica de enero, y en la próxima semana, algunos datos de febrero. El derrumbe global, que ha ocurrido durante marzo, tardará mucho tiempo en aparecer en las cifras.

Ya sabemos que la ocupación hotelera está derrumbada. Veía datos de apenas 10 por ciento en la zona de Cancún-Playa del Carmen, lo que implica una caída brutal de la actividad económica en Quintana Roo. Algo similar debe estar ocurriendo en otros centros turísticos orientados a extranjeros, como Vallarta o Cabos. La información de reservaciones de restaurantes (open table) también era de caídas de 90 por ciento. En Estados Unidos, en la tercera semana de marzo, la actividad de personas que cobran por hora había caído en 60 por ciento. De México no tenemos datos.

Es por eso que las agencias e instituciones que publican estimaciones económicas han reducido significativamente lo que esperan para este año. Todavía es muy difícil tener alguna certeza, pero pareciera que el consenso se mueve hacia una contracción del orden de -4 por ciento para 2020, con un derrumbe cercano a -10 por ciento en el segundo trimestre. Ya decíamos en colaboraciones previas que, para el mundo entero, es posible que se trate de una recesión en forma de V manuscrita, donde el final termina por debajo del inicio. Por ejemplo, los productores de automóviles esperan una contracción en la demanda para todo el año de cerca de 10 por ciento sobre lo vendido en años anteriores (globalmente, insisto).

En México, la recuperación puede ser mucho más complicada. Primero, porque seguimos sin tener medidas que aminoren un poco el golpe. Ya se anunciaron créditos para Pymes, pero eso lo han anunciado tres veces en lo que va de esta administración, sin resultado alguno. Y es poco probable que alguien quiera un crédito en este momento, si no tiene expectativas razonables de lo que ocurrirá en la segunda mitad del año.

En segundo lugar, traemos arrastrando una caída en inversión muy importante, que no parece que pueda revertirse. Eso reduce la capacidad productiva, que es lo que ahora necesitaríamos. El fraude de la consulta en Mexicali no ayuda en nada, como no ayudaron antes la cancelación del aeropuerto o la eliminación, en los hechos, de la reforma energética. La inversión depende del rendimiento esperado y del nivel de riesgo percibido. Si este nivel de riesgo es hoy mucho mayor, debido a las decisiones del gobierno, a menos que haya un incremento espectacular en rendimientos, no habrá inversiones.

Durante 2019 vivimos del consumo, que sigo pensando que perdió ritmo desde enero, cuando el incremento al salario mínimo se convirtió ya en un obstáculo a la contratación. Los datos de enero y febrero muestran un crecimiento cada vez menor en empleos creados, y un incremento en masa salarial inferior al de cualquier mes de 2019. Menos dinero, menos consumo. Y eso, antes del coronavirus.

Eventos extraordinarios requieren respuestas extraordinarias. Habría que establecer un programa para sostener a quienes van a sufrir más las próximas cuatro semanas, que bien puede implicar dos o tres puntos del PIB. Se puede contratar deuda para ello, posponiendo a cambio obras faraónicas sin sentido. Propondremos más en la próxima semana.

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