Sigo pensando que no se ha entendido el tamaño del problema que significa Pemex. El memorándum que ha circulado lo confirma. Va otro intento, con las cifras publicadas en los reportes financieros dictaminados hasta 2019, más los dos trimestrales de este año.
Primero, durante 2019 Pemex tuvo una pérdida integral total de 660 mil millones de pesos, a pesar de haber recibido 97 mil 100 millones de parte del gobierno, que se registraron como ingresos, de forma fraudulenta. Es decir, la pérdida fue de 757 mil millones de pesos. Si descontamos de eso los derechos que se pagan al gobierno por extraer petróleo (dinero que es de los mexicanos, como dice la Constitución), que ascendieron a poco menos de 373 mil millones, nos queda la utilidad real de la empresa, el valor que generó durante ese año, que fue de -384 mil millones. No quede duda: Pemex no genera valor, lo destruye.
En los primeros dos trimestres de 2020, con resultados que aún no se han dictaminado (es decir, no se han revisado), la pérdida integral total fue de 772 mil millones de pesos (no los 606 mil millones que tanto se han publicado). Si a eso quitamos los derechos, de los que el gobierno decidió perdonar una parte no menor, la generación de valor en esos seis primeros meses del año fue de -688 mil millones.
Pemex está destruyendo valor a un ritmo extraordinario, que pasó de treinta a cien mil millones de pesos por mes. Esto no sólo significa que la empresa no es viable, es algo peor: se está comiendo el patrimonio de sus dueños.
Para ilustrar de mejor manera lo que ocurre, calculé la ganancia que se tiene, medida como proporción de lo que se vende, eliminando todo tipo de costos, derechos, depreciación y demás. Es una cuenta simple, de abarrotero, que me parece ilustra el tamaño del problema. De los ingresos por ventas sustraigo exclusivamente dos costos: de lo vendido y administrativo. Es decir, lo que cuesta el producto y los gastos de administración. No incluyo otra cosa.
En 2013 y 2014, ese margen rondaba 40 por ciento. Por cada peso que Pemex vendía, gastaba 60 centavos en producir y en administrarse. Con la caída de precios y del peso en 2015, este margen se redujo, pero logra regresar a niveles de 20 por ciento en 2017 y 2018. En el primer semestre de 2019 todavía rondaba 18 por ciento, para el segundo semestre era de apenas 3 por ciento, en los últimos seis meses fue -0.7 por ciento.
Esto significa que Pemex no alcanza a cubrir siquiera su costo de producción y administración, aun posponiendo pagos a proveedores, como lo está haciendo. Ya no pida que paguen derechos por el petróleo que es nuestro, ni ahorren para el pago de pensiones, o cubran los intereses de su deuda. Ni siquiera imagine que podrían pagar el principal o el costo del contrato colectivo. Es cierto que tuvimos precios sumamente bajos en algún momento, pero eso no explica todo. Si comparamos el primer semestre de 2020 con el de 2019, los ingresos por ventas caen -36 por ciento, pero el costo de producir cae menos, -26 por ciento, y el gasto administrativo crece 10 por ciento.
Llegamos al punto en que incluso no cobrando los derechos por extracción de petróleo, Pemex ya no sale. Por lo tanto, no puede afrontar sus obligaciones financieras, que ascienden a 3.5 billones de pesos, más de la mitad del presupuesto anual del gobierno mexicano completo. O si prefiere, 20 por ciento del PIB.
Si el gobierno decidiera cerrar Pemex hoy, tendría que asumir ese costo. Podría subastar los campos, y obtener ingresos frescos para cubrir al menos una parte de ello. Si no cierra, el costo seguirá creciendo. No sé si quede más claro el abismo ahora.
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