Fuera de la Caja

Chernobyl

Una estructura de poder que enfatiza el nacionalismo, que por su carácter autoritario premia la disciplina, termina saturada de incapaces, y finalmente se derrumba, escribe Macario Schettino.

Finalmente pude ver la miniserie Chernobyl, de HBO. Si usted no lo ha hecho, le sugiero encarecidamente que lo haga. Es cosa de suscribirse a esa cadena a través de su dispositivo (y lo recomiendo porque realmente vale la pena, no es comercial).

Como usted seguramente sabe, en la planta nucleoeléctrica de esa ciudad ocurrió el peor accidente de la historia. El drama-documental narra la tragedia y los efectos inmediatos. Entiendo que lo hace apegado a la realidad, aunque hay varias licencias narrativas, especialmente el personaje de Ulana Khomyuk, científica inexistente que representa (según aclaran en los créditos finales) a los centenares de científicos que colaboraron para evitar un desastre mayor.

No soy un experto en cine o audiovisuales, de forma que para saber más al respecto tendrá que buscar en otro lado, pero me pareció un trabajo muy exitoso tanto en la manufactura como en la representación de la época y lugar de los hechos. Hay varios momentos en las seis horas que son muy valiosos para entender mejor la naturaleza humana, el poder, la toma de decisiones, las circunstancias específicas soviéticas, y más.

Por otra parte, una visión más humana, desde la perspectiva de quienes sufrieron, es el libro Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura 2015.

Ahora bien, creo que es conveniente profundizar en un aspecto, el accidente mismo. En buena medida, debido a Chernobyl, la energía nuclear obtuvo una mala fama que nos ha impedido utilizar más esa fuente energética limpia (en términos de lo que ahora preocupa a todos, el bióxido de carbono) y mucho más segura que otras. En 1979, hubo un primer accidente en una planta nuclear, en Three Mile Island (Pennsylvania, Estados Unidos), que causó alarma, pero pocos daños a la población.

Chernobyl, en cambio, tuvo impactos severos de muy diverso tipo (que puede usted ver en el drama de referencia). Así, aunque la probabilidad de un accidente es extremadamente baja, el tamaño del impacto es tan grande que la población no quiere tener una planta nuclear cerca, y eso nos ha obligado a utilizar más combustibles fósiles.

Por otra parte, Chernobyl puso en evidencia, ante aliados y enemigos, la gran debilidad de la Unión Soviética, al extremo de que Gorbachov (dicen en créditos finales) atribuyó al accidente buena parte del fin de dicho imperio. En el drama se enfatiza la importancia que, para el Estado, tiene el mito de la superioridad de la industria nuclear soviética, que les lleva a negar la tragedia o minimizar los riesgos y efectos de la misma.

Finalmente, el accidente pone en evidencia que el riesgo no está en la tecnología misma, sino en la estructura sociopolítica en la que está inmersa. De acuerdo con la narración del drama, el accidente tiene su origen en la ambición de los funcionarios responsables de la planta, ansiosos de un ascenso. Para lograrlo, es necesario llevar a cabo una prueba de seguridad, en la que se cometen errores producto de una cultura autoritaria. Una vez ocurrido el desastre, producto de esa misma cultura, lo que se busca es evitar la responsabilidad y no enfrentar la situación. Además, existe una falla de diseño que se ha ocultado por décadas, para no empañar la imagen de la industria soviética.

En menos palabras: una estructura de poder que enfatiza el nacionalismo, que por su carácter autoritario premia la disciplina y la sumisión, termina saturada de incapaces, y finalmente se derrumba. En el camino, hace miserables a millones de personas. Eso fue la Unión Soviética, y así han sido todos los intentos de ese tipo. Vale la pena no olvidarlo.

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