El jueves por la noche se publicaron las cifras de las finanzas públicas de 2019. Hacienda celebró que tuvo un superávit primario de 1.1 por ciento del PIB, la deuda controlada y algunos otros detalles. De hecho, días antes recibieron varios premios de LatinFinance por diversos movimientos financieros. Creo que debemos tener mucho cuidado con las cifras.
Primero, para poder cerrar las cuentas, Hacienda tuvo que tomar 125 mil millones de pesos del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestales. Segundo, trasladó a Pemex 97 mil millones de pesos que registró como ingresos de la empresa, a pesar de que se trató realmente de un préstamo del gobierno federal para que Pemex pudiera pagar parte de sus deudas. En términos estrictos, el gobierno empezó a hacerse cargo de la deuda de la empresa. Las calificadoras ya han reaccionado poniendo en duda la calificación del soberano.
Además, esto significa que hay 222 mil millones de pesos que aparecen como ingresos durante 2019, que no lo son. Si los quitamos de la cuenta, resulta entonces que el superávit primario prácticamente desaparece. Ignoro si las calificadoras se pongan a hacer cuentas a detalle, pero, si lo hacen, no les debe agradar lo que esto significa.
Menos, cuando se revisa el comportamiento de los ingresos tributarios. Mientras que en el primer trimestre de 2019, la recaudación de ISR creció 6 por ciento y el IVA en casi 4 por ciento, para el último, la primera caía -4.6 por ciento y la segunda apenas crecía 1.4 por ciento. El trimestre previo, el tercero del año, ambos impuestos sufrieron una caída, de -2 por ciento el ISR y de -4 por ciento el IVA. El cambio de comportamiento del último trimestre en el valor agregado resulta de un gran incremento en diciembre. Esto confirmaría lo que comentamos al hablar del PIB oportuno: en diciembre hubo un movimiento inusual en comercio, que todo indica fueron compras adelantadas. Tradicionalmente, es en enero cuando se registra la mayor recaudación de IVA del año. Ahora parece que ese movimiento ocurrió un mes antes. Ya lo sabremos.
En lo que se refiere a ingresos petroleros, cuando quita uno esos 97 mil de transferencias, 2019 presenta una caída de 12 por ciento frente al año anterior. Más preocupante aún, para 2020 la cifra puede ser todavía menor. Suponiendo que Pemex logre producir 1.75 millones de barriles diarios, y las coberturas (cuya cantidad, e incluso precio de aplicación, no conocemos) nos garanticen los 49 dólares, tendremos una caída de -4 por ciento en el año. Si bien el precio pudo parecer bajo, con el tema del coronavirus, que se suma al castigo que traemos por exceso de azufre, las cosas son totalmente distintas. Este martes, la mezcla cotizó en 44 dólares.
Con una economía estancada, habiendo destruido el andamiaje institucional y frente a una emergencia de salud internacional, las posibilidades de que el gobierno tenga ingresos suficientes para cubrir sus gastos son prácticamente nulas. Uno podría pensar que se puede disminuir el gasto, pero esto no es sencillo. La inversión pública para este año ya se ha presupuestado 5 por ciento inferior al anterior, que era el menor en toda la historia registrada. Educación y salud, que son los rubros más grandes, no tienen forma de resistir más contracciones. Los otros rubros grandes son intocables: pensiones, costo financiero, participaciones a entidades y municipios.
Hasta el momento, todo lo que le presento son mis propias estimaciones con base en las cifras de Hacienda. La realidad la conoceremos mes a mes, y entonces se podrá comprobar si, efectivamente, nos estamos quedando cortos, y si el gobierno terminará con los ahorros que tiene para librar el gasto cotidiano. Sin embargo, esa misma acción deberá ser un detonador para las calificadoras, que tendrán que decidir si ha llegado el momento de colocar a México en donde éste quiere estar: entre emergentes sin garantías.