Finalmente, el sábado por la mañana se decidieron las cadenas informativas estadounidenses a reconocer lo inevitable: Joe Biden ganó la elección estadounidense y será el próximo presidente de Estados Unidos. La noticia fue recibida con gran algarabía por parte de sus seguidores que salieron a celebrar a las calles en las principales ciudades de ese país, como era de esperarse. Algo poco común, sin embargo, ocurrió en otras naciones, en las que hubo también celebración, incluyendo tañido de campanas en diferentes capitales europeas. Eso es muy raro.
La causa, me parece, es el regreso de la decencia a Estados Unidos. Esa palabra, dice el diccionario de la RAE, tiene tres acepciones: 1. Aseo, compostura y adorno; 2. Recato, honestidad, modestia; 3. Dignidad en los actos y en las palabras. En México creo que la segunda acepción es la más utilizada (la Liga de la Decencia), o al menos esa era la que yo asignaba al término con más frecuencia, hasta que vi la película Citizen Cohn (Pierson, 1992), en la que se recrea la escena en la que Joseph Welch encara al senador Joseph McCarthy, diciéndole: "Have you no sense of decency, sir, at long last? Have you no sense of decency?" (¿No tiene sentido de la decencia, señor, a final de cuentas? ¿No tiene sentido de la decencia?).
Cabe recordar que Roy Cohn fue el brazo derecho de Joseph McCarthy, el cazador de brujas estadounidense que veía comunistas por todos lados, y que se dedicó a perseguirlos. Como ocurre a tantos políticos, convirtió una preocupación que tenía algún sentido en una campaña para acumular poder, sin importarle las vidas que destrozase en el camino. Cohn fue facilitador de ese proceso, pero después fue el gran tutor de Donald Trump, que aprendió con él las rutas de la indecencia que le faltaban.
La palabra decencia, en español e inglés, tiene su origen en el latín, en el que decens significa decoroso, apropiado, como sustantivo derivado del verbo decere, con ese mismo significado. Decoroso (también derivado del latín, en este caso de decorum) significa, dice la RAE: 1. Honor, respeto, reverencia que se debe a una persona por su dignidad; 2. Circunspección, gravedad; 3. Pureza, honestidad, recato.
Donald Trump es indecente e indecoroso, y no creo que se requiera documentarlo en estos renglones. Su salida es la oportunidad de dotar a la Casa Blanca de esas características nuevamente. Características que parecían consustanciales al puesto, antes de que Trump lo obtuviera. Dábamos por sentado que el presidente de Estados Unidos podía tener defectos, pero nunca ser indecente o indecoroso. Por eso la gran decepción con Nixon, y su remoción.
La indecencia parece ser un elemento propio de los liderazgos irresponsables, autoritarios y agresivos que tenemos en el mundo en estos últimos años, y que hemos llamado "populistas" por abreviar, por enfatizar alguna de sus características, y por no reconocer que nuestra categorización de sistemas políticos y gobernantes no está siendo útil.
Como ya lo hemos comentado, es entendible que millones de estadounidenses hayan votado contra Biden para evitar el ascenso de los radicales que lo acompañan (aunque estén lejos de él). No es tan razonable que muchos crean a Trump un defensor del libre mercado, cuando es claro promotor del capitalismo de compadrazgo, si no es que de la franca corrupción. Es menos aceptable aún que otros hayan comprado teorías de conspiración, como las promovidas por QAnon. Ampliar el primer grupo, reducir el segundo, y eliminar el tercero será la labor de los republicanos, si en ellos priva la decencia. El liderazgo de Mitch McConnell en el Senado, por poner un ejemplo, indicaría lo contrario.
Como quiera que sea, el mundo sí es mejor desde el sábado. Perfecto, jamás lo será.