Seguimos en este intento de imaginar el futuro próximo que, proponemos, depende esencialmente del cuento que nos creamos. Decíamos: no es la realidad la que nos hace actuar, sino el modelo de ella que aceptamos. Por eso la política es esencialmente comunicación. Si un líder logra convencer a sus seguidores de un cierto modelo de la realidad, actuarán con base en él, sin importar qué tan absurdo sea. Así ha sido, y así será siempre con los humanos, monos que hablan.
López Obrador ha sido particularmente capaz de comunicarse con sus seguidores. No es un buen orador ni hombre de grandes ideas, pero sí ha sabido conectar con las bases del cuento que los mexicanos aprenden de niños: el Nacionalismo Revolucionario, creado por los ganadores de la guerra civil de hace un siglo. Repite constantemente la historia ficticia del libro de cuarto año de primaria, que todos leyeron alguna vez. Se compara con los héroes de esos cuentos, de quienes siempre es heredero.
Adicionalmente, ha podido incorporar la vertiente religiosa en su discurso. Aunque entiendo que no es católico (como es frecuente en Tabasco), conoce perfectamente los símbolos de esa religión, y los usa con desparpajo. Peña Nieto era un católico conservador, mucho más que cualquier panista, pero ni él ni sus antecesores habían hecho uso del simbolismo católico con el cinismo de López Obrador.
Ese discurso, Nacionalismo Revolucionario Católico, lo llamaremos, es nada más el cuento que utilizó para lograr el único objetivo que le importaba: el poder. Para lograrlo, se rodeó del priismo en rebeldía acomodado en el PRD, y cuando esto no fue suficiente, atrajo a lo más rancio del izquierdismo latinoamericano, dirigido siempre desde Cuba. Ahora, conforme sus 'planes de gobierno' se desploman, López Obrador se radicaliza y se queda sólo con estos últimos.
Estos grupos tienen una característica preocupante: se enquistan en el poder. Sea que lleguen mediante rebeliones, como Fidel, o vía elecciones, como Chávez, destruyen toda posibilidad democrática, no sólo debilitando o destruyendo leyes e instituciones, sino aislando y empobreciendo al país entero. Así ha sido en todos los casos, no hay excepción alguna. No sólo en América Latina, pero aquí han sido muy persistentes. Esto debería ayudar a entender la agresividad con que estas personas atacan a todos los demás, siempre arguyendo que defienden a su líder de un 'golpe blando'.
Esta descripción, tanto del Nacionalismo Revolucionario Católico de López Obrador, como del socialismo latinoamericano de sus allegados, tiene como único fin establecer con claridad de dónde partirá la narrativa que buscarán crear frente a la crisis, en ese verano de la desigualdad que ayer comentamos.
Sus ejes argumentales serán similares a los de Podemos: la crisis de salud no fue producto de la irresponsabilidad de los López, sino de un sistema de salud destruido por el neoliberalismo. La crisis económica, en cambio, es resultado de empresarios voraces, conservadores, así como del imperialismo internacional, que no quiere ver a México soberano (petróleo).
Ambos argumentos son falsos, pero a ellos no les importa. Para López, cae como anillo al dedo, porque coincide con su Nacionalismo Revolucionario Católico: los culpables son los empresarios y los extranjeros, el bien a tutelar es la soberanía. Para los bolivarianos, es el discurso internacional que han elegido, podrán tener vasos comunicantes con sus amigos globales que estarán haciendo lo mismo, sea para conservar el poder, como en España o Argentina, o arrebatarlo, como en Chile.
Tienen garantizado el apoyo de un tercio de los mexicanos, que son seguidores acérrimos de López, y el rechazo seguro de otro tercio. La disputa será por ese centro que tuvieron en 2018, y parecen estar perdiendo. Ya veremos.