Como sabe usted, ayer se publicaron los datos de comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre de 2018. La economía creció 2 por ciento durante el año entero, aunque en el último trimestre, la tasa de crecimiento anual fue de 1.7 por ciento. Utilizo los datos originales y comparación con el mismo periodo.
Sin embargo, también se publicó ayer el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE), que es una aproximación cercana a un PIB mensual (que no se calcula). Ahí se comprende mejor la dinámica de la economía: en octubre crecía al 2 por ciento, en noviembre al 1.8 por ciento, y en diciembre, apenas 0.2 por ciento.
Este último dato es resultado de un sector primario muy fuerte, que crece casi al 5 por ciento, una industria que reportó una contracción de 2.5 por ciento en ese mes, y un sector servicios creciendo apenas 1.2 por ciento. La contracción de la industria se debió esencialmente a que la minería (que en más de 80 por ciento es la extracción de petróleo) tuvo una caída de 8 por ciento, mientras la construcción se contraía 3.9 por ciento, y la generación de electricidad, en 1.1 por ciento. En los servicios, se puede destacar una caída en turismo de 1.6 por ciento, y en actividades de gobierno, de 3.8 por ciento. Todo eso, en diciembre.
Si ve usted una gráfica del IGAE, es sorprendente la caída de ese mes. En los anteriores, la economía se movía cada vez más rápido, partiendo de un crecimiento de 1 por ciento anual, a fines de 2017, apuntando hacia el 3 por ciento, que parecía se alcanzaría a inicios de 2019. Sin embargo, la tendencia se rompe desde noviembre, y para diciembre más bien parece que nos dirigimos a las cifras negativas.
El dato de IGAE del primer mes de 2019 se publicará hasta fines de marzo, pero algunos indicadores de enero parecen confirmar esta nueva tendencia. La producción de petróleo, que, como le decía, es muy buena parte del PIB minero, cayó en enero 15 por ciento, casi el doble de lo que había caído durante el último trimestre de 2018. Construcción, que depende de la inversión privada tanto como de la pública, no creo que tenga un mejor comportamiento, puesto que ni el gobierno ni las empresas parece que estén invirtiendo ahora. Por todo ello, la actividad industrial de enero debe haberse movido de forma muy parecida a diciembre, es decir, entre 2 y 3 por ciento de contracción.
En el lado de servicios, ya habíamos comentado que las ventas al menudeo en enero parecen haber sido menos buenas que en diciembre. Antad y Walmart reportan prácticamente 0 por ciento de crecimiento, en términos reales, y las ventas de autos sufrieron una contracción importante. Tanto el turismo como el gasto de gobierno deben seguir en la tendencia de diciembre, porque no hay señal alguna de que se muevan más rápido. En turismo, por cierto, el impacto del desabasto de combustible puede haber empeorado las cosas. Si suponemos que esas caídas son compensadas con el crecimiento en medios de información y sistema financiero, que eran los que crecían, y todo el sector terciario crece cero, el IGAE de enero indicará una caída de 0.5 por ciento anual. Si no alcanzan a compensar las actividades mencionadas, me inclino a pensar más en una contracción de la economía en su conjunto de alrededor de 1 por ciento.
Es difícil imaginar otro comportamiento, porque es muy evidente la contracción de la inversión, el consumo y el gasto de gobierno. La única fuente de crecimiento, por lo tanto, serían las exportaciones, pero precisamente las manufacturas dejaron de crecer en diciembre, y si consideramos las huelgas en Tamaulipas y el paro de trenes en Michoacán, es difícil que en enero se hayan recuperado. Lo sabremos este jueves.
Pero no parece haber duda, hemos entrado en la primera recesión originada en México desde 1996.