Fuera de la Caja

Imagen dañada

Es cada vez mayor la cantidad de medios, agencias, e intelectuales de otras partes del mundo que critican las decisiones del gobierno mexicano, escribe Macario Schettino.

La imagen de México a nivel internacional, que no era extraordinaria, parece estar descomponiéndose. Es cada vez mayor la cantidad de medios, agencias, e intelectuales de otras partes del mundo que critican las decisiones del gobierno mexicano. Algunos tienen corresponsales aquí, otros simplemente ven de fuera, pero crece el consenso de que el gobierno actual no continúa la trayectoria que México había construido durante las últimas décadas.

No debería haber sorpresa, porque López Obrador insistió constantemente en que habría un cambio de dirección en el país. Pero, así como muchos no le creyeron en México, tampoco fuera. Y por eso ahora se llaman a sorpresa.

Algunos hacen énfasis en la política energética, que no sólo va a contrapelo de la reforma de 2013, sino de lo que está haciendo prácticamente todo el mundo. Mientras se abandona el carbón en el país que más lo utilizó desde el siglo XIX, Reino Unido, nosotros le damos nuevo impulso. Mientras se rematan refinerías en Estados Unidos, nosotros queremos construir una nueva. Mientras todos veían con envidia las subastas de energía renovable en México (viento y sol) y querían replicarlas, nosotros mejor ya no las haremos. Frente a una ola (tal vez excesiva) de preocupación por el calentamiento global, en México regresamos a los fósiles.

Otros perciben que las decisiones en materia educativa nos están moviendo de regreso a un pasado nada recomendable. Creo que a esto se refirió Francis Fukuyama cuando dijo que López Obrador nos llevaba de regreso al siglo XX. Pues sí, como ya se ve en decisiones cotidianas, la venta y herencia de plazas en el magisterio parece estar de regreso. El atraso de Guerrero, Oaxaca y Chiapas en materia educativa es posible que se extienda a más estados que la CNTE controla: Tabasco, Veracruz, y varios más.

Los financieros no se meten a estos detalles, nada más cuidan el nivel de riesgo de las finanzas públicas. Y ahí, aunque en este momento no se vean problemas, las decisiones van encaminadas a dificultades serias. Invertir en proyectos sin sentido, y desarrollar sistemas de reparto de efectivo a cambio de apoyo clientelar no puede sino reducir la capacidad de pago del país. Por un lado, porque los programas clientelares nunca dejan de crecer; por otro, porque se está acabando con la capacidad de gestión de muchas áreas; finalmente, porque una economía que no crece, no recauda. Se va reduciendo la estimación de crecimiento para 2019 y 2020, se mantienen inversiones absurdas, y las calificadoras se preparan para bajar la calificación de México.

Finalmente, en el tema de migración, no se puede dejar de ver la agresividad de Trump, el crecimiento en las deportaciones desde México, y las tragedias de muertes infantiles en ambos países. Y si bien el gobierno de Peña Nieto se ganó a pulso el desprestigio en su relación con Trump, el de López Obrador no parece moverse en dirección distinta.

Un gobierno que devuelve el sistema educativo al sindicato, crea programas clientelares, regresa a combustibles fósiles, pone en riesgo las finanzas públicas, pero además se subordina al energúmeno naranja, es difícil que sea reconocido a nivel internacional.

Es en este contexto que López Obrador insiste en no asistir a la reunión del G-20 en Japón. Ignoro si le tiene miedo a otros presidentes, a su falta de habilidades para compartir con ellos, o a la posibilidad de que ninguna línea aérea acepte llevarlo, pero no quiere ir.

Habrá quienes crean que el resto del mundo no importa, se equivocan. Tan importa, que estamos colgados de la ratificación del T-MEC para tener alguna posibilidad de evitar el hundimiento. No estamos solos.

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