Fuera de la Caja

La más profunda

No creo que se deba menospreciar el daño que la administración pública está causando, por más que sigan existiendo defensores.

¡Bienvenidos! ¡Bienhallados! Regresamos después de dos semanas de vacaciones, que si bien no implicaron desplazamiento, porque ahora no se puede, le permitieron al columnista descansar un poco del drama diario, y tomar algo de distancia. No fue suficiente, si quiere usted saber la verdad, pero ni modo.

Sirvió también esperar estas dos semanas para que se acumulara algo de información que nos permitirá evaluar el primer semestre de 2020. Para ello, conviene empezar con el comportamiento de la economía, que ha sufrido la peor caída, la más profunda en toda la historia.

Durante el segundo trimestre del año, abril-junio, la economía se contrajo -19 por ciento. No existe otro trimestre con un reporte similar, pero posiblemente en algún momento de 1932 haya ocurrido algo parecido. El asunto es que no podemos comparar porque entonces no se medía la economía como hoy, ni se tenía información trimestral. Además, hablamos de un mundo totalmente distinto, con un sector primario muy grande, poca población en las ciudades, una clase media casi inexistente.

Podemos entonces decir que nunca había ocurrido algo como lo que vivimos en esos tres meses. Y creo que podemos afirmar que buena parte del sufrimiento ha sido autoinflingido, de la misma manera en que la recesión de 2019 fue producida por el gobierno. No creo que se deba menospreciar el daño que la administración pública está causando, por más que sigan existiendo defensores.

Como ya mostramos en muchas ocasiones, la economía nacional crecía a un ritmo de 2.5 por ciento anual hasta que se le ocurrió a este gobierno cancelar la construcción del aeropuerto (NAIM). A partir de ese momento, hay una caída importante en la inversión que se retroalimenta, afirma y extiende conforme se van sumando otras decisiones en el mismo sentido: la 'cruzada anticorrupción' que nos dejó sin medicinas, la cancelación de permisos a la cervecería en Mexicali, el bloqueo a la reforma energética. Todas esas acciones van reduciendo la capacidad de la economía nacional, y para febrero de este año estábamos ya en una contracción promedio de -1 por ciento, en términos anuales. El costo de esas decisiones, que el gobierno tomó por su gusto, fue una reducción del crecimiento de 3.5 puntos.

Sin embargo, la pandemia ha tenido un costo adicional. Frente al impacto, que todos sabíamos sería durísimo, los gobiernos de países occidentales promovieron planes de contención económica, para evitar que el golpe llegara hasta las empresas y los hogares: posposición de pago de cuotas de seguridad social, de impuestos, o incluso de alquiler y pago de gas o agua; apoyo para el pago de salarios; dinero en efectivo para familias. Aquí, todos los que nos dedicamos a esto propusimos algo similar: todos. El gobierno no escuchó a nadie, y no hizo nada.

El resultado es que la contracción del segundo trimestre es exactamente del doble de la sufrida por Estados Unidos. Mientras ellos tienen una caída de -9.5 por ciento, en comparación con el segundo trimestre de 2019, la nuestra es de -19 por ciento. Exactamente el doble. La comparación es válida, porque desde 1996 hemos mantenido un crecimiento muy parecido al de esa economía, en buena medida debido al NAFTA.

Esto significa que las decisiones del gobierno no sólo nos costaron una pérdida durante 2019, 3.5 puntos de crecimiento, sino ahora nos han llevado a sufrir una contracción del doble de la que pudimos haber enfrentado. Todavía no es claro si el tamaño de esta caída ha deformado de tal manera la estructura económica que impida una recuperación razonable, pero hay señales de que algo así está ocurriendo. Dicho más claro: todavía falta para saber cuánto nos está costando el grupo de incapaces dirigidos por el megalómano que es capaz de decir que una caída como ésta no significa mayor pobreza. Ya platicaremos de esto.

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