Fuera de la Caja

La suerte

No se trata del avión, sino de utilizar cualquier oportunidad para distraer la atención de temas en los que el gobierno está teniendo serias dificultades.

El viernes, el Presidente anunció que el avión presidencial regresará a México, y entre las opciones para deshacerse de él, sugirió rifarlo a través de la Lotería Nacional, con 6 millones de cachitos de 500 pesos cada uno. A nivel internacional, este anunció opacó lo poco que se hablaba del T-MEC. A nivel nacional, ha servido como una más de las distracciones con las que 'gobierna' López Obrador.

Ayer lunes, por ejemplo, en lugar de responder preguntas de los reporteros acerca de la violencia, los problemas en salud, o la reducción del crecimiento económico, regresaba al tema de la rifa. Como es sabido, el avión no es propiedad del gobierno de México, y no puede venderse, rifarse o enajenarse por algún otro medio. Tal vez se pueda subarrendar, pero no conozco los términos del contrato. Tampoco tiene importancia: no se trata del avión, sino de utilizar cualquier oportunidad para distraer la atención de temas en los que el gobierno está teniendo serias dificultades. Hace algunos días vimos aquí mismo una lista incompleta de los desaciertos, y comentamos que salvo medidas como el incremento al salario mínimo, no hay nada que se haya hecho bien, y sí mucho que se ha complicado, o de plano destruido.

Pero el tema de la rifa creo que tiene más fondo. López Obrador es un apostador. Su audacia lo llevó a donde está hoy. Siempre se ha movido al margen de la ley, apostando que no se le aplicaría, porque su fuerza política le alcanzaría para impedirlo. Así fue con los pozos petroleros, con su candidatura al DF, y su triunfo, con su berrinche de 2006, con su campaña de 2018 (incluyendo la apropiación del fideicomiso para la reconstrucción por el terremoto), y así ha gobernado. Si la suerte le ayudó a que el entorno internacional favoreciera el populismo, a que la popularidad de Peña Nieto se derrumbara y acabara negociando el triunfo, así le ayudará a sobrevivir el tiempo necesario para tener control absoluto de la política nacional. Eso espera.

Y puede tener razón. Ya le falta poco: el control del INE y del Banxico. Lo demás está en sus manos: el Congreso, dos tercios de los Congresos locales (y, por ende, los gobernadores de esas entidades), el Poder Judicial, casi todos los organismos autónomos. En pocos meses se renovarán cuatro consejeros del INE, y están intentando expulsar a uno más y modificar la ley para tomar la presidencia. Con eso, podrán violar la ley rumbo a la elección, especialmente haciendo uso de los "servidores de la nación", y garantizar su triunfo en doce de las quince elecciones de gobernador, y más de la mitad de los distritos federales.

Lo que puede impedir ese triunfo, que implica la perpetuación en el poder, es una crisis: económica, de salud, de seguridad. En este último rubro, hasta ahora, ha aguantado tragedias como en Tlahuelilpan, fracasos como el del Chapito y masacres como la sufrida por la familia LeBarón. Incluso el severo deterioro en la Ciudad de México no parece tener impacto.

En economía, el derrumbe de la inversión y el estancamiento del resto de la actividad tampoco han hecho mella en la popularidad, en parte porque buena parte de los mexicanos no lo ha percibido (lo comentamos el viernes pasado). En salud, ya son meses de tragedias por falta de medicamentos, ahora agravados con el fin del Seguro Popular.

López Obrador apuesta a que aguantará el tiempo suficiente para consolidarse en el poder y desde ahí esgrimirá la misma ley que él nunca respetó para no soltarlo.

Está convencido de que la suerte lo acompaña y apuesta todo. No extraña entonces que proponga rifar el avión. Hasta se lo puede sacar él mismo.

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