Fuera de la Caja

Más datos

Si las importaciones de consumo y capital se contraen, significa que los mexicanos están comprando e invirtiendo menos.

Se publicó la información de comercio exterior al mes de febrero. Como la mayoría de los datos económicos, no son buenas noticias, pero tampoco son catastróficas. Las exportaciones crecieron 3.5 por ciento frente a febrero de 2018, mientras las importaciones lo hicieron en 2.7 por ciento. Aunque no se vean feos, no son buenos números, especialmente importaciones. Cuando entra uno al detalle en este rubro, encontramos que las importaciones de bienes de consumo se contrajeron 5.3 por ciento y las de capital 5.5 por ciento. Las importaciones intermedias, es decir, de materia prima o semiterminada, crecieron 5.3 por ciento.

Sin embargo, para tener una idea de lo que ocurre en la economía nacional, los otros dos datos son los relevantes. Si las importaciones de consumo y capital se contraen, significa que los mexicanos están comprando e invirtiendo menos. Como ya hemos comentado, los datos de febrero indican que el comercio no creció en el mes, aunque a nivel tiendas de autoservicio, le fue mejor que en enero. En autos, sin embargo, hay una caída en ventas de 5 por ciento, y en producción, de casi 9 por ciento. Ahora ya sabemos que las exportaciones de autos en febrero crecieron poco, pero todavía están en números negros.

También hay indicios de que turismo ha continuado con dificultades, que ya en enero eran perceptibles, de forma que lo que el comercio exterior nos confirma es que sí tenemos una reducción en la actividad económica en estos primeros meses del año. Como vimos el lunes, al revisar los datos de IGAE, parecería que aún estamos en terreno positivo, aunque sea poco, pero puede ser un asunto estadístico, por la manera en que se calculan las cifras desestacionalizadas. En cualquier caso, salvo en agropecuarios, en todo lo demás los datos de febrero son menos buenos que los de enero.

Es conveniente insistir que se trata de una desaceleración que puede convertirse en recesión, pero esto no significa una crisis económica seria. No se parece ni a 2001-2003 ni a 2008-2009, las dos grandes recesiones estadounidenses que nos afectaron profundamente. Tampoco es algo parecido a las crisis que vivimos en los últimos años del régimen que hoy revive: 1976, 1982, 1987, 1994. Nada que ver.

Hay una reducción en la actividad económica que es producto del nuevo gobierno, sin duda, pero que se suma a una debilidad previa. El nuevo gobierno amplió esa debilidad con decisiones absurdas, entre las cuales las más significativas son la cancelación del aeropuerto y el desorden que han provocado en el sector energético. En ambos casos, hay un impacto inmediato, por falta de confianza, pero habrá uno mucho mayor a mediano plazo, porque se destruyó infraestructura que ya estaba en proceso, tanto de comunicaciones y transportes como de energía. El costo de esa destrucción supera por mucho el impacto de hoy, pero al distribuirse en varios años, puede parecer pequeño. En realidad, destruye posibilidades para el país y garantiza crecimientos muy bajos por muchos años.

De momento, la caída en inversión nos ha hecho perder un punto de crecimiento, aunque apunta para más. Esto pudo evitarse, sin duda. Lo que no puede evitarse es el impacto de una recesión en Estados Unidos, que ya parece inevitable para fines de este año o inicios del próximo. Tampoco será una crisis profunda, según parece, pero ocurrirá.

Y es bueno recordar que las recesiones tienen un elemento transformador: la de 2001, por ejemplo, le abrió la puerta a China y nos la cerró a nosotros; la de 2008 alteró por completo el mercado de consumo (y la política global). Creo que la de ahora modificará de fondo las comunicaciones y transportes y la energía. Gran coincidencia.

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