Fuera de la Caja

¡Mátenlos en caliente!

Este gobierno está decidido a mantenerse en el poder a costa de la sangre que sea necesaria. Suena feo, pero hay que decirlo.

En primaria, aprendíamos que Porfirio Díaz había enviado un telegrama exigiendo a sus tropas asesinar a un grupo de rebeldes: ¡Mátenlos en caliente! En esa historia de bronce que traía nuestro libro de texto gratuito, pensada para legitimar al régimen de la Revolución, se confundía la fecha de ese telegrama con las huelgas de Cananea y Río Blanco, para que quedase la idea de un Porfirio absolutamente tiránico. En realidad, el telegrama corresponde a sus primeros años como presidente, y no es muy diferente de las órdenes que emitió Juárez frente a rebeliones similares, en su propio estado.

Pero conviene recordar la frase para comparar con la actuación del gobierno actual. Este gobierno está decidido a mantenerse en el poder a costa de la sangre que sea necesaria. Suena feo, pero hay que decirlo.

En el primer trimestre de este gobierno, como resultado del desabasto de combustible provocado por ellos mismos, ocurrió un accidente en Tlahuelilpan, Hidalgo, en el que murió más de un centenar de personas. Miembros del Ejército, ahí presentes, no actuaron porque tenían órdenes de no hacerlo. Los corifeos del régimen, que tanto reclamaron la muerte de 43 normalistas a manos del crimen organizado, no tuvieron ni una sílaba para estos más de cien mexicanos que murieron por la misma razón. En ambos casos, me parece, frente a un Estado federal igualmente ausente.

La absurda cruzada contra la corrupción en el sistema de salud provocó el desabasto de medicamentos y vacunas desde mediados de 2019. Entiendo que han muerto más de mil 600 niños por falta de medicamentos contra el cáncer, y tenemos 170 casos de sarampión, que ya estaba erradicado.

En el caso de la pandemia, las decisiones del gobierno han sido criminales. Para no saturar hospitales, pidieron a la población que no acudiera a ellos. Ya lo ha reconocido López-Gatell en la entrevista a La Jornada. Han aplicado pocas pruebas, a vivos y muertos, para que parezca que la enfermedad está controlada. Aún así, hay más de 600 mil contagiados y 72 mil muertos en datos oficiales. El exceso de muertes, según los cálculos de Mario Romero Zavala y Laurianne Despeghel, ya confirmados por dos datos públicos de la Secretaría de Salud, es tres veces mayor: como resultado de la pandemia, directa o indirectamente, han muerto más de 220 mil mexicanos en los últimos seis meses.

Frente a la inseguridad, el gobierno no ha tenido mayor resultado. Dejaron libre al hijo del Chapo, y el Presidente mismo fue a saludar a su madre, a pesar de que eso costó una batalla campal en Culiacán que pudo ser trágica. No se ha hecho nada para castigar la masacre sufrida por la familia LeBarón. Peor todavía, en el conflicto por agua que se vive en Chihuahua, ha muerto ya una mujer, aparentemente por balas de la Guardia Nacional, y en lugar de atender el caso, se han congelado cuentas bancarias de los líderes de ese movimiento.

Por si fuese poco, desde la máxima tribuna de la Nación, hoy devenida en miserable mañanera, se ataca diariamente a los críticos, casi poniéndoles una diana en la espalda, en un país en el que han muerto ya decenas de periodistas.

En algún momento, alguien tendrá que decirlo con claridad: ¡ya estuvo bueno! López Obrador quería ser presidente y lo ha logrado con todas las de la Ley. ¿Qué necesidad tiene de provocar miles de muertes? ¿Por qué le importa tan poco la vida de los mexicanos? ¿Cómo es que logra compaginar ese desprecio por los gobernados con su idea de pasar a la historia?

Desde hoy, le puedo augurar que será recordado con la frase "Déjenlos morir, ya votarán otros".

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