Fuera de la Caja

Ocurrente

La excusa que siempre utiliza el Presidente, de que está limpiando la corrupción y por eso lo critican, es absolutamente falsa.

Como usted sabe, la amplia mayoría de los aliados del Presidente en la Cámara de Diputados aprobó la extinción de 109 fideicomisos que sumaban 68 mil millones de pesos en recursos. Comentamos hace unos días por qué esto era una pésima idea, ya que la figura del fideicomiso permitía cierta flexibilidad para el manejo de esos recursos, y los aislaba de la discusión política asociada al Presupuesto.

Entre ellos estaban fondos dedicados a enfrentar desastres naturales o enfermedades catastróficas. Otros utilizados para financiar proyectos científicos, muchos de ellos con recursos propios de las instituciones educativas. Estaba también el fondo destinado a proteger periodistas y personas amenazadas. Aunque el gobierno insiste en que todos esos compromisos se respetarán, es poco creíble esa afirmación. Si ése era el caso, no tenía sentido desaparecer los fideicomisos, bastaba con administrarlos de mejor manera, si había dudas al respecto.

Pero no se trataba de evitar corrupción, ni nada parecido. Ya sabemos hoy, con toda certeza, que este gobierno es el más corrupto de la historia. Eso podemos deducir del estudio presentado ayer por el Imco que muestra, con datos, cómo en el primer año del gobierno de López Obrador hubo más adjudicaciones directas y menos licitaciones que en cualquier año del gobierno de Peña Nieto, que todos afirman ha sido el más corrupto (con o sin pruebas, eso han dicho). Por lógica elemental, si en este gobierno se aplican peores prácticas que en el considerado más corrupto, tenemos un nuevo referente.

El mismo estudio del Imco detalla en qué dependencias hay más adjudicaciones directas (Bienestar, Diconsa, Guardia Nacional y Marina), así como identifica la proporción de éstas que se destina a los cien empresarios más significativos. En este renglón todavía compite el sexenio de Peña Nieto, pero si se compara el primer año de cada administración, el monto asignado a los cuates pasó de 31 a 41 por ciento, un incremento de 33 por ciento.

De forma que la excusa que siempre utiliza el Presidente, de que está limpiando la corrupción y por eso lo critican, es absolutamente falsa. No debe ser una sorpresa esto, puesto que abunda evidencia de corrupción alrededor de López Obrador: desde su gobierno en Ciudad de México, su campaña electoral (nomás se robaron el fideicomiso que crearon para las víctimas del terremoto de 2017) o la recaudación por parte de su hermano. Con datos, ya se puede afirmar que éste es el gobierno más corrupto de la historia.

Por esa razón, cualquier acción que se realice escudado en "la lucha contra la corrupción" debe ser considerada un engaño. Aplica para la desaparición de los fideicomisos, que implican un golpe muy duro a la cultura, la ciencia, la investigación, pero también para cientos de personas en riesgo, miles de damnificados y millones de enfermos.

Como hemos dicho en muchas ocasiones, este gobierno tiene gran capacidad de destrucción, pero nada cercano en términos constructivos. Han acabado con la confianza de los inversionistas, la seguridad energética, la administración pública, el Seguro Popular, los programas sociales verificables, y a cambio no han producido nada.

Incluso sus grandes proyectos de infraestructura son esencialmente destructivos. Cancelaron un aeropuerto construido al 30 por ciento para inventarse otro en el sitio paleológico más importante del continente; destruyeron el manglar para construir una refinería que jamás será rentable; pretenden destruir dos zonas protegidas para construir un tren que tampoco lo será.

Hace un par de días comentamos el origen de esta destrucción: la incapacidad del Presidente para pensar estratégicamente. Día a día, se hunde más. Abre nuevos hoyos para intentar tapar los anteriores. Compra aliados para mantenerse en el poder, pero no puede siquiera controlar el movimiento que lo aupó. A golpe de ocurrencias, quiere ganar tiempo. No sé para qué.

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