Fuera de la Caja

Siete meses

Para quienes están esperando crecimiento económico en 2020, basta ver las expectativas en la industria manufacturera estadounidense, para no hacerse ilusiones.

El viernes pasado se publicaron los datos de finanzas públicas al mes de octubre, que no pintan nada bien. Los ingresos del gobierno por impuestos cayeron -2.6 por ciento en ese mes, y al interior, el ISR cayó -5.1 por ciento y el IVA casi -6 por ciento. Compensó un poco la recaudación del Impuesto Especial que tiene la gasolina, que usted recuerda, Peña Nieto elevó al máximo para dejarle margen de maniobra al actual gobierno.

Este detalle es muy importante, porque significa que la recaudación por ese impuesto tendrá un último mes bueno en noviembre (lo tuvo, pues), y a partir de ahora ya no aportará nada especial. Su crecimiento será similar al de IVA e ISR, y desde ahora le anticipo que tendrá caídas relevantes, porque cada mes se vende menos gasolina, según los datos de la Secretaría de Energía (por cierto, incompatibles con la hipótesis de que habría terminado el robo de combustible).

Si no comparamos octubre de 2019 con el mismo mes del año anterior, sino la recaudación acumulada en los doce meses previos, para evitar saltos, el asunto se ve un poco menos feo. El ISR tiene un crecimiento de 2.5 por ciento y el IVA de 2.9 por ciento. Sin embargo, la tendencia de ambos es a caer un poco en los últimos dos meses del año, de forma que mi mejor escenario es que ISR termine con un crecimiento de 2.1 por ciento, mientras el IVA termine igual que en 2018, con un crecimiento de cero. El IEPS de gasolina terminaría con 25 por ciento de incremento, por la razón expuesta arriba.

Los incrementos mencionados son nominales, es decir, hay que quitarles la inflación para obtener una tasa de crecimiento similar a la que usamos para el PIB, el IGAE, o similares. Puesto que la inflación está entre 3 y 3.5 por ciento, hablamos de una contracción en la recaudación. Para 2020, si nada especial ocurre, creo que podemos esperar que el ISR se incremente un poco, pero no el IVA, de forma que la recaudación total, que fue de 3.06 billones en 2018, y cerrará en 3.14 billones este año, quedará por ahí de 3.2 billones de pesos.

Como el petróleo no podrá aportar mucho, porque el precio será menor y la cantidad no mucho mayor que en este año, los ingresos totales del gobierno me parece que podemos ubicarlos alrededor de 5.1 billones de pesos. No es poco dinero, pero el Presupuesto 2020 supuso 5.47 billones. Es decir, faltan 370 mil millones de pesos. La cifra puede variar, dependiendo de la producción de petróleo, la distribución del crecimiento entre consumo y producción, etcétera. Mis escenarios van de 320 a 430 mil millones de pesos que no existirán, y que el Presupuesto de 2020 ya consideró.

En porcentaje esto va de 6 a 8 por ciento del total, que no parece mucho, pero cuando uno ve que para poder cumplir los deseos presidenciales han destruido casi todo el sector público, añadirle un golpe de este tamaño es simplemente imposible. Por eso mi insistencia en que tener finanzas públicas sanas no significa que el renglón final (déficit primario) sea positivo: implica que el gobierno cumpla con sus obligaciones y además sobre dinero. Bueno, pues ahora no es así.

Para junio, el gobierno gasta la mitad del Presupuesto (o poco menos). Si mis cifras son correctas, para entonces estaremos 200 mil millones por debajo de lo esperado. La mitad de eso puede cubrirse con lo que queda del FEIP (el ahorro para recesiones). Lo demás requerirá deuda o cancelar la refinería. Será el momento de definición de este gobierno.

Para quienes están esperando crecimiento económico en 2020, basta ver los datos que tenemos de octubre y el dato de expectativas en la industria manufacturera estadounidense, para no hacerse ilusiones. Le quedan siete meses a este gobierno para encontrar una nueva estrategia.

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