Se producen en el mundo poco más de 90 millones de vehículos por año. En 2017, cuando más se produjo, llegaron a ser 97 millones, pero para 2019 eran menos de 92 millones. Hace diez años prácticamente no había vehículos eléctricos en el mercado. En 2012 se produjeron poco más de cien mil, pero para 2019 eran más de 2 millones. Eso apenas representa 2.5 por ciento del total de vehículos producidos, y por esa razón muchas personas creen que faltan décadas para que sustituyamos la combustión interna por la electricidad.
Se trata de un ejemplo más de la incapacidad humana para entender el crecimiento exponencial. Debíamos haberlo aprendido con las computadoras o los celulares, cuya capacidad crece con esa misma rapidez. O en este año, desgraciadamente, con los contagios de Covid-19, que siguen el mismo proceso. Pero los humanos no aprenden.
Entre 2012 y 2019, la producción de vehículos creció a una tasa promedio de 1.2 por ciento anual. La de vehículos eléctricos a 51 por ciento. En los últimos dos años, mientras la producción total de vehículos caía -3 por ciento anual, la de eléctricos crecía 34 por ciento cada año. A ese ritmo, para 2025 20 por ciento de los vehículos nuevos serán eléctricos, y para 2030 lo serán todos.
Me imagino que no puede usted creer esas cifras, pero le doy más argumentos. El 85 por ciento de los vehículos se venden en 17 países que compran más de un millón de unidades cada año. Casi la mitad de eso se coloca en China y Estados Unidos. Hay más autos eléctricos en China que en todo el resto del mundo sumado, y el mercado crece continuamente. Alemania (país 5 en ventas) ha anunciado que a partir de 2025 no se permitirán autos nuevos de combustión interna. Esa misma señal, para 2030, tienen India (lugar 4), Reino Unido (6), Francia (7), Canadá (10) y España (14). Es decir que 33 por ciento del mercado global será para vehículos eléctricos dentro de cinco años y al menos 50 por ciento para dentro de diez.
Hay muchas razones para ello. Primero, el riesgo del calentamiento global, que no vale la pena correr; segundo, es ya más barato producir electricidad con fuentes alternas que con cualquier combustible fósil, incluso ciclo combinado de gas natural; tercero, la eficiencia de estos vehículos es de dos a tres veces superior a la combustión interna, sin contar que el número de piezas es mucho menor y, por lo tanto, el costo de mantenimiento.
Estos procesos, una vez que toman velocidad, ya no se detienen. Puede usted dedicar los siguientes cinco años a pensar en el asunto, pero, mientras lo hace, verá transformarse todo a su alrededor. Tal vez en México esto tarde más, especialmente por la dificultad de muchos para cambiar su auto, pero ocurrirá.
El año pasado, McKinsey Global Institute publicó su perspectiva energética global, y afirmaba que para 2025 veríamos el año de mayor consumo de fósiles en la forma de combustibles para transporte. Sin embargo, también publicaron un documento llamado 'Transición acelerada', en el que analizan un posible cambio más rápido, y apuntaban a 2023 como el año de mayor consumo. Me atrevo a sugerir que ese año 'pico' fue 2019. En este 2020, debido a la pandemia, el consumo es mucho menor, y la recuperación esperada para 2021 no alcanzará el nivel del año pasado. Con eso, más el aprendizaje de la economía digital que tuvimos en este año, el tránsito a la nueva economía será mucho más ágil de lo que se esperaba.
En conclusión, no vaya usted a invertir en construir refinerías o en explotar aguas profundas. Sin duda habrá mercado para el petróleo por muchas décadas, pero ya no en los volúmenes acostumbrados y, por lo mismo, tampoco en el precio. Si puede, invierta en páneles, ventiladores, baterías. Tecnología, pues.