Benjamin Smith es un investigador británico, historiador, de la Universidad de Warwick. Su libro The Dope, relata la relación añeja entre los gobiernos locales en México y los traficantes de drogas. Es una lectura que vale la pena, cuya hipótesis resumiré en la siguiente frase. En las postrimerías de la Revolución mexicana, muchos gobiernos estatales y municipales se construyeron gracias al tráfico de marihuana y heroína.
Este es un hecho relevante hoy, cuando algunos políticos de Estados Unidos, de ambos partidos, han dicho que Estados Unidos tiene que ejercer acción militar en contra de los grupos dedicados al trasiego de drogas entre Estados Unidos y México.
El fentanilo es una respuesta de la tecnología química en la guerra contra las drogas. Es un opiáceo de origen sintético. Una microdosis tiene el mismo efecto que cantidades cientos de veces mayores de heroína pura. Transportar y vender opiáceos está prohibido. Por ello, es natural que los cárteles y sus socios encuentren la manera de mover muchas más dosis en menos espacio y tiempo y con menos recursos.
El fentanilo no se consume puro. Se mezcla con heroína, que puede venir de Afganistán o de México, no importa. La heroína que producen nuestros compatriotas, específicamente en el Pacífico mexicano, no es de muy buena calidad, pero una vez que trae piquete de fentanilo, gana en efectividad para los adictos.
También gana en letalidad. Por eso, Estados Unidos ya está viendo al fentanilo como una amenaza a su seguridad nacional, con el potencial de matarlos por cientos de miles. Tiene razón el presidente mexicano, en el sentido de que en México no se produce fentanilo. (Claro, se ve muy mal cuando dice “nosotros no producimos fentanilo”. ¿Nosotros, Kimosabi?). En lo que no tiene razón es que el fentanilo no es una droga que un adicto en Phoenix o Philadelphia pueda inyectarse así no más. La están mezclando con la heroína mexicana. Si ese proceso se hace en Badiraguato, en la frontera o en Rodeo Drive, les da exactamente lo mismo. Ellos creen que los cárteles están envenenando a sus chamacos, y quieren acciones punitivas en contra nuestra por ello, al igual que el general Pershing que anduvo buscando a Pancho Villa por todo Chihuahua después de que el loco aquel atacara Columbus, Nuevo México.
Marcelo Ebrard salió el lunes para Washington, y se despidió con un trino temerario, que decía “México será defendido”, así en voz pasiva. No tardaron las burlas diciendo cosas como “espántame panteón”, o “el narco será defendido”.
Este fenómeno está poniendo el foco en otros problemas de la disfuncional relación de los mexicanos con nuestro gobierno, como los ataques del gobierno del presidente Obrador contra el Instituto Nacional Electoral, o la manifestación de militares del fin de semana. Ante todo esto, el presidente solamente sigue viendo el alud de una conspiración masiva del conservadurismo internacional en su contra, esta vez orquestada por los políticos del Partido Republicano de ese país.
El tuerto Dan Crenshaw, senador por Texas, republicano, y veterano de múltiples conflictos de Estados Unidos, fue uno de los primeros en decir que el presidente Obrador protege narcotraficantes. Cuando el presidente amenazó con decirle a sus paisanos que no voten republicano, Crenshaw respondió vía Twitter: “Bring it. LOL” (Traducción libre: “Para luego es tarde. Me parto de la risa”).
Esto funciona solamente como un mensaje de la historia, tipo el que recibió Nicolás Maduro de Hugo Chávez en la forma de un pajarito, para decirle al macuspano que él es el nuevo Benito Juárez de su atribulada patria. Lo grave es que la amenaza de guerra saca de la mesa otras opciones, como discutir políticas sensatas de crimen y drogas en ambos lados de la frontera.
Vuelvo al libro de Smith: en México no había un mercado para la heroína hace 150 o 100 años. Se fue construyendo para abastecer la demanda insaciable de los toxicómanos estadounidenses, para alejarse del dolor crónico, la soledad o los traumas inmediatos o posteriores a las guerras.
Sería mucho pedir que Crenshaw o Biden lean El Financiero, pero es importante decirles que la guerra contra las drogas es una que ya perdieron. Esta es una cuestión de salud pública, que hay que pelear con doctores, clínicas y educación, no con soldados.
Mientras Marcelo defiende a México, se le va a pasar decirles eso. Ojalá alguien más les diga.
El autor es asesor en Agon Economía Derecho Estrategia, Consejero MUCD.