Costo de oportunidad

Acuérdate de Acapulco

Habrá que construir selva, mangle, diques naturales y otros activos para que la bahía no esté tan expuesta a eventos climáticos extremos, que cada vez serán más frecuentes.

Acuérdate de Acapulco. Hoy no pienses en ese hombrecito rencoroso que decidió ir en Jeep a atender una emergencia en donde no se necesitaba su presencia mediática. Se necesitaba su capacidad de organización y compasión, las cuales no tiene.

Acuérdate de Acapulco, y no te acuerdes de los militares trepados encima de un Jeep atorado en el lodo, que no saben para qué sirve el cable de acero con gancho y motor que el vehículo lleva al frente, ese que se conoce por su nombre en inglés, el winch. No sé por qué se paraban todos encima del Jeep. A la mejor querían llegar a suelo firme para que las ruedas los sacaran del fango. Pero también, en su esfuerzo, hundían más al hombrecito, a su Jeep, y a toda la gente que dependía de ese viaje, en el lodo.

Acuérdate de Acapulco. De sus atardeceres, de tus vacaciones por allá cuando eras niño, adolescente y adulto. De lo bien que se comía en cualquier parte. De la gente que vendía artesanías y que te hacía trencitas y del niño que te movía la panza por un peso. Acuérdate del parachute y de la banana; y si te gustaba la fiesta y el jet-set, de los personajes de la sociedad que desfilaban ahí. Pero también acuérdate de Acapulco, del Acapulco reciente, al que dejamos convertir en centro del crimen organizado, que, en voz de un político guerrerense, se dedican solamente al expolio y no ayudan a la población. Acuérdate de Acapulco, el Acapulco de Burt Reynolds y Liz Taylor, de Agustín Lara y María Félix, al que convertimos en burdel de pederastia y drogadicción.

Acuérdate de Acapulco, pero olvídate de la más reciente elección estatal. Olvídate del cacique delincuente que tiene causas penales, favorito del hombrecito pequeño y resentido, y que acabó poniendo en la silla de la gubernatura a su hija, una chica muy guapa y buena cantante que no tiene lo necesario para gobernar.

Acuérdate de Acapulco y de esa gente fantástica de Guerrero, de todos los colores: afromexicanos, indoamericanos, mulatos, morenos y güeros a la vez, de ojos claros y oscuros, curtidos por el sol y que se la parten por atenderte muy bien. Olvídate de los oportunistas y de quienes se han dedicado a lo ilegal. Acuérdate del Acapulco donde hoy hay niños sin comer, padres sin dormir, colonias sin vigilar. Acuérdate de lo que diría tu papá, tu mamá y tus abuelos: hay que ayudar a la gente en desgracia. Sea por deber religioso, porque son nuestros paisanos, o por motivos egoístas, como preservar nuestra reputación o recuerdos. Acuérdate que las cosas malas pasan cuando la gente buena decide no hacer nada.

Acuérdate de Acapulco y de dos terceras partes de sus construcciones dañadas, según reportes recientes. Acuérdate de ese Acapulco de la Nao de China durante la Nueva España, que nos tardamos todo el siglo XX en convertirlo en una ciudad, y que Otis destruyó en un suspiro. Acuérdate de la solidaridad que nos caracteriza a los mexicanos, pero también acuérdate que si puedes ayudar, mejor no lo hagas solo. Es caro y peligroso. En este momento hay que darle recursos a la Cruz Roja, o a las organizaciones no gubernamentales locales. Incluso, al gobierno federal, si todavía confías algo en ellos, porque reconstruir Acapulco va a ser caro y complicado.

Acuérdate de Acapulco, y de que en cada crisis hay una oportunidad. Acuérdate de Acapulco y sus segundos pisos, que llevaban turistas directo a sus castillos en Punta Diamante, atrás de bardas donde no tenían contacto con la población local. Acuérdate que hay una oportunidad de construir un Acapulco en donde los de fuera convivamos con los de dentro, y donde el turismo diversifique la economía local. Acuérdate de ese Acapulco segregado que construimos en las últimas décadas, y que no es el Acapulco de finales del siglo XX, donde turistas y locales departíamos alegremente. Acuérdate de Acapulco y de su crecimiento desordenado que destruyó activos ambientales y ubicó población en lugares de alto riesgo, para que la planeación urbana lo haga mejor esta vez.

Acuérdate de Acapulco y del cambio climático. Habrá que construir selva, mangle, diques naturales, y otros activos para que la bahía no esté tan expuesta a eventos climáticos extremos, que cada vez serán más frecuentes.

Acuérdate de Acapulco, y olvídate del encono que le tenemos a otros mexicanos. Yo sé que está difícil, y que a unos les encanta el México del hombrecito, mientras que otros lo aborrecemos. Piensa que unidas, las naciones prevalecen; divididas, desaparecen.

Suerte y ánimo, acapulqueños.

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