En las pantanosas, lodosas y lluviosas aguas de la política, es muy difícil hacer pronósticos y diferenciar el ruido de la realidad. Por la política, me refiero a la mexicana, la estadounidense, la rusa, en donde Putin gana las elecciones con 87 por ciento del voto; la venezolana, donde sacan a la principal opositora en elecciones, y la cubana, donde no hay elecciones.
La elección en México es una cosa rarísima, por la crisis de la industria de las encuestas políticas, a la que ya nos habíamos referido en este espacio. La más reciente, del periódico Reforma, que le da un amplísimo margen a la Dra. Sheinbaum, es una nueva sorpresa en el panorama demoscópico. Me gustaría mucho saber qué opina Lorena Becerra de esa encuesta, ahora que ya no trabaja en Reforma. Francamente, está difícil saber qué va a pasar en la elección mexicana, porque los pronósticos no sirven ni para alimentar mascotas.
En el caso de la elección estadounidense, en esta semana, está de terror la noticia de que los abogados de Donald Trump no encuentran una empresa que emita una fianza de 464 millones de dólares para retrasar el desenlace de su litigio mercantil contra la ciudad de Nueva York por sobrevaluación de activos. Esto implica que el expresidente no cuenta con activos confiables para garantizar el bono de fianza, y que tiene problemas de flujo de caja. Aún así, no queda duda de que será el candidato republicano, e incluso que ese partido podría acabar pagando sus gastos. De manera similar, el candidato demócrata será el otoñal (o invernal) Joe Biden, a pesar de las serias dudas sobre su capacidad mental por edad avanzada.
Sinceramente, creo que a la comunidad de negocios y a un segmento importante de la sociedad les da igual si gana Morena, el partido de Sheinbaum, o la coalición de nombre mutante, hoy cardiaco, que abandera a Xóchitl Gálvez. Fuerza, Corazón y Cuajo, dice don Ángel Verdugo; Fuerza, Corazón, tripa, buche, nana y nenepil, dice Chumel Torres.
Lo que la comunidad de negocios mexicana quiere saber es qué va a pasar con el crecimiento económico, las políticas estadounidenses hacia México, el tipo de cambio, la inflación, impuestos y calidad del gasto. Lo que la población mexicana quiere saber es si habrá empleo, si seguirá la inseguridad, si mejorarán las políticas públicas de salud o educación, o si se endurecerán las políticas migratorias en los Estados Unidos. Ninguna de las campañas da respuestas. Creo que en ambos lados de la batalla política mexicana hay voluntad política de continuar la fiesta de gasto social expansionista. A los tecnócratas, como un servidor, que desde hace rato no somos poder fáctico, nos preocupa cómo seguirán financiando la ineficiencia gubernamental.
Un tecnócrata extranjero que ha cambiado de chamba bastante, llamado Robin Brooks, esta semana salió con el cuento de que el tipo de cambio del peso mexicano respecto al dólar está sobrevaluado en 30 por ciento, y calcula un déficit en balanza de pagos de 7 por ciento del PIB, que, en caso de ganar Trump, dice el doctor Brooks, es una vulnerabilidad de la economía nacional. En enero dijo que México se veía bien. Supongo que cambió de opinión.
Enrique Quintana ayer, en su espacio diario en El Financiero, comentó sobre el absurdo de esta idea. Resumen: una sobrevaluación del tipo de cambio supone que sabemos cuál es el nivel de equilibrio, lo cual nadie sabe. Dos, “la posición subyacente en balanza de pagos”, que Robin calcula en 7 por ciento del PIB, no es tal. El déficit en cuenta corriente es apenas del 0.3 por ciento del PIB. Y el déficit en cuenta corriente no es un problema: es un indicativo de que el mundo quiere financiarnos y lo está haciendo.
Por ello, ante el catastrofismo de Robin habrá que pedirle a Batman que nos salve. O, mejor aún, concentrarnos en los problemas reales de México. Es difícil que haya una corrida especulativa contra el peso, entre otras cosas, porque no tenemos un sistema de tipo de cambio fijo desde hace 29 años. Robin Brooks se equivocó de siglo.
Los problemas reales de la economía de México son inseguridad, deterioro institucional, erosión democrática, baja productividad, bajo crecimiento, infraestructura insuficiente y destrucción de valor del sector público en sectores clave como agua y energía. Estos problemas se agravan con la baja calidad del gasto público, el mal manejo de empresas del gobierno y la crisis de pensiones. No pasa nada si gana Trump o Biden, o si pierde Claudia o Xóchitl. Da igual. Pero, no atender estos problemas sí generará serias complicaciones. Pongamos atención.