Costo de oportunidad

Electricidad y crecimiento

Los dueños privados de negocios manufactureros y de servicios, lo que necesitan es energía barata y limpia, que no cause problemas de salud en las ciudades en las que viven.

Hace unos días, la aplicación X, antes Twitter (el nombre antiguo era mejor, Elon), me enseñó una gráfica brutal publicada por el Dr. Julio Santaella, expresidente del INEGI. En ella, Julio nos muestra que el sector eléctrico tuvo una caída en su actividad en 2021, de la cual no se ha recuperado.

2021, en enero, fue la parte final de la pandemia de covid-19. Es cuando las vacunas empezaban a distribuirse en todo el mundo, aunque en México no tanto. La economía de México no estuvo libre de complicaciones. Caímos en una recesión, inducida sobre todo por esa enfermedad.

Pero, en 2022, y en 2023, el sector eléctrico tendría que haberse restablecido. Entonces, se vale preguntar: ¿qué pasó?

Lo que pasó fue una lamentable política energética, que destruyó lo que se había construido en años anteriores en materia de competencia, participación privada y acceso a nuevas tecnologías limpias de generación. Lo que ocurrió es que CFE regresó a ser el principal generador, utilizando una tecnología altamente ineficiente: quemando combustóleo comprado a Pemex.

Pero, como hubo una pandemia en medio, no se notó. Excepto que la pandemia ya fue hace rato, y el valor agregado en la rama 22 de actividad (clasificación SCIAN del INEGI), todavía no regresa a los niveles prepandémicos. De hecho, el PIB del sector y su valor agregado se parecen a los valores que tenían en 2006.

Habrá quien diga: ¿y qué? Y quizá tendría un punto. No necesariamente el valor agregado bruto en el sector de “Generación, transmisión, distribución y comercialización de energía eléctrica, suministro de agua y de gas natural por ductos al consumidor final” tendría que ser el causante de una caída en el PIB. Por eso, su columnista se abocó a realizar unas pruebas de causalidad de Granger entre el PIB, el Valor Agregado Bruto total de la economía, el Valor Agregado Bruto del sector 22, y los impuestos totales.

Las pruebas de Granger, con datos trimestrales, entre 1993 y 2021 (antes de la caída del valor agregado bruto del sector), y también agregando los datos de 2021 hasta la fecha, revelan un fuerte efecto causal desde el sector eléctrico, hacia el PIB, el valor agregado bruto total y los impuestos recaudados en la economía.

No quiere decir que el desempeño del sector 22 determine el crecimiento económico, pero sí parece ser muy importante. De hecho, si hacemos una regresión estadística que explique el valor agregado bruto total del país, con una única variable, el VAB del sector eléctrico, veremos que es un excelente explicador del desempeño del valor agregado a nivel nacional. Casi el 89 por ciento de las fluctuaciones del VAB nacional se explican por el desempeño del sector. Esto no debería sorprendernos. En muchos países del mundo, se usan los datos de consumo eléctrico para predecir el PIB regional. Otro sector al que usualmente se le cuelga el milagrito del crecimiento o la recesión, el sector construcción (23), no pareciera tener un efecto tan definitivo en el valor agregado bruto como el sector eléctrico.

Por supuesto, en ese sector no solamente está la electricidad. También están el gas natural y el agua. Pero, sin lugar a dudas, quien más contribuye a ese sector es la CFE. No hay datos más desagregados en censos económicos, porque el INEGI no puede publicar un dato sectorial de un monopolista; sería tanto como revelar una buena aproximación a sus estados financieros.

El efecto causal del sector 22 en los impuestos también es importante. Probablemente, como es un sector consumidor de petróleo y gas, fortalece las cuentas públicas, por el elevado peso que el Estado en México tiene en esos negocios.

El Estado tiene un conflicto de interés. Realmente, los servicios por tamaño, y las manufacturas por productividad, contribuyen mucho más al ingreso nacional que las industrias de energía. El Estado, como cualquier monopolista, quisiera vender a precios altos, menores cantidades que un mercado competitivo.

Los dueños privados de negocios manufactureros y de servicios, lo que necesitamos es energía barata y limpia, que no nos cause problemas de salud en las ciudades en las que vivimos.

Ojalá la física Sheinbaum comprenda este conflicto, y nos eche una mano. La gente quiere gasolina y kilowatts baratos, y no es por capricho. Una economía de este tamaño y con una renta per cápita como la nuestra necesita mercados en competencia. Energía no puede ser la excepción; tendría que ser la regla.

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