Costo de oportunidad

De transgénicos, transexuales y trashumantes

Lo trans estará prohibido: la transaccionalidad de los mercados se moverá a la política. En México y en Estados Unidos.

Ayer Donald Trump publicó un video donde anuncia una serie de medidas en contra del cambio de género, especialmente en la infancia, pero que penalizan seriamente a los médicos, hospitales e individuos que optan por elegir un género distinto al que nacieron.

Ahí se demuestra que Trump tiene de liberal lo que mi perro husky, Link, de transiberiano. Sí, sus antepasados vienen de allá, de la estepa, pero no es como que al pobre me lo deban criminalizar porque puede ser pro-Putin o porque su grueso pelaje no se adapta al trópico de Cáncer.

Sí, puedo entender que Trump trate de tutelar la infancia. Pero, de ahí a criminalizar al que decidió cambiar de identidad o de género, ¡uf! Como dicen mis hijos, quienes son germano-estudiosos, esto es como de la Alemania nazi.

Me encanta la idea, de que toda la gente que no se sienta libre en Estados Unidos se vaya a vivir a otra parte. Ojalá muchos vengan a México. Aquí sí los aceptamos; especialmente en lugares como la Ciudad de México. Nótese, jamás he sido votante de la izquierda. Nótese, la gente del partido político por el que históricamente he votado, probablemente dirían que me voy a ir al infierno. Lo cual implica que los liberales mexicanos no nos sentimos representados en el espectro político actual. A la mejor somos media docena, sí; no importa. Ni en Estados Unidos ni en México nos respetarán como minoría. Igualito que a los trans.

Yo también soy trans. Transportista de mis hijos. Transitoriamente pobre. Trashumante desde América del Sur hasta América del Norte. Transdisciplinario entre el liberalismo clásico político y la ciencia económica a la Keynes que es la corriente dominante que he tenido que vivir desde que nací.

Francis Fukuyama, en su ensayo de este fin de semana de varios periódicos de lengua inglesa, donde versa sobre un Trump sin correa, dice que el liberalismo político clásico pide un gobierno con contrapesos, de manera que el ciudadano pueda protegerse de los excesos de autoridad. Eso ya no se podrá ni en México ni en Estados Unidos.

El liberalismo económico clásico abogaba por “dejar pasar, dejar hacer” a los mercados y a sus participantes. El neoliberalismo, tan vilipendiado, solamente abogaba por comercio libre, dinero que sea un almacén de valor, disciplina fiscal, y Estado de un tamaño reducido. Luego ya ampliamos la definición, y el consenso de Washington 2.0, ya traía cosas como el combate a la pobreza y la igualdad de oportunidades. Lo trans estará prohibido: la transaccionalidad de los mercados se moverá a la política. En México y en Estados Unidos.

El gobierno de Estados Unidos se enfrentará a un dilema: cerrar migración o cerrar comercio. No puedes tener tu pastel, y además comértelo, decía Ayn Rand. Si Estados Unidos se cierra al comercio global, tendrá que sustituirlo por la variedad doméstica. Pero, para que el comercio interestatal sea un sustituto del internacional, necesitarán más manos en los sectores intensivos en trabajo. Kamala Harris, ahora desempleada, no va a tomar un empleo en McDonalds. Puede haber controversia sobre si ella trabajó ahí en su pasado. Pero tenemos la certeza de que en el futuro, ni ella, ni nadie de su familia, ni la persona que limpia la oficina de su subordinado más humilde, querrá freír hamburguesas.

Históricamente, Estados Unidos ha sido más anticomercio que antiinmigración. Más de una cuarta parte de la población estadounidense no nació allá. Al blanco anglosajón le podrá caer muy mal, y su país es una pesadilla burocrática para el migrante, pero Estados Unidos es el país más abierto del mundo para inmigrar. Por el contrario, en comercio son cerrados. El mundo comerció (importaciones más exportaciones) 62.5 por ciento del PIB en 2022. Estados Unidos solamente 27 por ciento. México, 88.4 por ciento del PIB en el mismo año. Somos cuatro veces más abiertos al comercio global que los vecinos del norte.

Mi pronóstico es que el T-MEC va a hacer agua. Lighthizer es un abogado de disputas comerciales. No entiende los beneficios del comercio. Su ámbito profesional lo limita a ser mercantilista del siglo XVII: exportaciones buenas, importaciones malas. En cambio, la migración continuará prohibida, pero será tolerada.

Del otro trans, los transgénicos, que en realidad son cisgénicos ya, u OGMs: México ya perdió ese panel. Nuestra posición en el tema es tan rígida, que va a chocar con Trump y Lighthizer. T-MECTanic. Tendremos que volvernos trans: transatlánticos y transpacíficos. A ver si nos dejan.

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