Costo de oportunidad

Cuento de terror fiscal en Navidad

México vive en la ficción de que ciertos impuestos los pagan los trabajadores, y otros los pagan los patrones; y que los patrones pagan un porcentaje muy reducido de la carga fiscal.

México tiene que reformar su hacienda pública. El presidente López Obrador fue negligente sobre el tema, y esa fue una de las razones (no la única), por la cual no crecimos, y le quedamos a deber a los mexicanos en materia de salud, educación, seguridad, bienes públicos, y sí, acumulación de deuda. Se acumularon saldos por gastar más de lo que ingresa. La diferencia se acaba convirtiendo en deuda.

Un economista mexicano muy destacado que ha insistido en la mala asignación de factores productivos (trabajadores y capital) entre los sectores de México, es Santiago Levy. Levy ha insistido, durante más de 5 sexenios, en la necesidad de fondear los gastos de salud con impuestos generales, y quitarle esa carga al sector productivo.

México vive en la ficción de que ciertos impuestos los pagan los trabajadores, y otros los pagan los patrones; y que los patrones pagan un porcentaje muy reducido de la carga fiscal. Una mejor manera de ver el tema es pensar en qué sectores pagan más impuestos, y qué sectores reciben un subsidio neto de la sociedad. Esto se puede lograr de una manera muy simple. Si tomamos las matrices de insumo producto que calcula el Inegi, y en cada sector, le restamos al PIB el Valor Agregado Bruto, obtenemos el número, en pesos y centavos de 2018, que aporta cada sector a las cuentas públicas. Cada sector. Sus trabajadores, sus capitalistas, sus empresas, sus instituciones.

Normalmente, en países en desarrollo, la agricultura y otras industrias primarias están subsidiadas; es decir, su contribución neta a la hacienda pública es negativa. No es el caso en México. La matriz de insumo producto de 2018 revela que contribuyen una tasa del 21 por ciento. Ciertamente, es una tasa más baja que la que contribuyen las industrias manufactureras: 55 por ciento. Mientras tanto, las industrias extractivas y la construcción tienen una contribución neta negativa. -22 por ciento la minería, -1 por ciento las de energía, y -304 por ciento la construcción. Si creemos que construyendo vamos a estimular la economía, hay que pensarle de nuevo. Todo indica que con los modelos de negocio actuales, el valor agregado no da ni para pagar impuestos.

El comercio, al mayoreo y menudeo, tiene una tasa neta negativa de 165 por ciento de su PIB. Claro: ahí está la economía informal. Para que ese sector contribuya, se necesita obligarlos a usar medios digitales de pago. Hay historias de éxito de empresarios del tianguis que se volvieron formales. En el sector de comercio de calzado deportivo, hay al menos dos casos. Hay que mostrar por qué es importante ese paso.

Transportes, comercio, correos y almacenamiento, 173 por ciento negativo. Información en medios masivos, 82 por ciento negativo. Servicios financieros y de seguros, 111 por ciento negativo. Servicios inmobiliarios y de alquiler: 293 por ciento negativo. Curiosamente, en estos sectores pululan empresarios de los más ricos. Estos servicios precursores deberían ser menos fuente de rentas y subsidios. Ahí urge una reforma regulatoria.

Los profesionistas contribuimos con una modesta tasa del 11.8 por ciento. Ahí entendemos por qué muchos servicios profesionales se cobran en efectivo; la tasa real tendría que ser superior al 20 por ciento.

Los corporativos contribuyen con 41 por ciento de su PIB. Otras industrias de servicios de apoyo a los negocios, tienen casi un 19 por ciento de recaudación neta positiva. Pero todo lo demás, recibe un subsidio neto de la sociedad.

Estos números, espero, ayudan a hacer sentido de las tesis de Levy. Con una tasa neta de contribución del 55 por ciento, más alta en muchos Estados, no debería sorprendernos que la manufactura no crezca más, a pesar de que tenemos una ventaja comparativa . Como no crecen ellos, no crecemos más. En el año censal al que se refieren las matrices (2018), la manufactura contribuyó en impuestos con el 26 por ciento del PIB de ese año. Es desproporcionado.

La tasa censal pagada, que es el impuesto empresarial, es positiva. 1 por ciento del PIB aquí, 4 por ciento allá. 98 por ciento en servicios educativos y 40.3 por ciento en servicios de salud; sectores que sí estimularían el crecimiento de largo plazo y que aplastamos a punta de gravámenes.

Esta historia de Navidad, parece de Halloween. No de día de muertos; esa sería bonita. En esta navidad, seamos menos solidarios con las industrias parasitarias que no contribuyen a la hacienda pública. Doctora Sheinbaum: necesitamos una reforma fiscal. Los que pagamos impuestos se lo demandamos.

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