IMCO

Elefantes y burros

Históricamente a los mexicanos nos ha ido mejor con los republicanos. Pensemos que Trump no es un republicano; es un hombre de negocios fracasado.

Creo que el Partido Demócrata se ha movido demasiado a la derecha. Son un montón de elefantes que andan disfrazados de burros. Al Sharpton .

El GOP, Great Old Party, o el Partido Republicano, es el partido del presidente Lincoln, y se fundó en 1854. Es paradójico que sea el partido de Trump, quien no parece enarbolar los ideales de ese instituto político. Se les representa con un elefante. Durante la guerra civil, los soldados decían "ver el elefante" para referirse a sus experiencias de combate. Apareció en diversos cartones políticos, hasta que el humorista gráfico y padre de la caricatura política americana, Thomas Nast, lo usó en 1874 en Harper's Weekly.

El burro de los demócratas es más antiguo. Durante la campaña presidencial de Andrew Jackson, la campaña opositora de John Quincy Adams le decía 'jackass', peyorativo que hablaba mal de su inteligencia, pero también se refiere a un burro. Jackson le dio un buen spin al apodo, y lo usó en sus pósteres de campaña. Ganó. En los 1870, el monero Nast también popularizó el burro como símbolo del Partido Demócrata.

Otras imágenes de burros incluyen un cartón más antiguo, de George Washington viajando en el lomo de uno de estos equinos, y el pie de la imagen dice: "¿A donde va?" y contestan al unísono el héroe y el borrico: "Estoy llevando un asno a Washington". Esa irreverencia es fundamental para la salud de cualquier democracia. El insulto al contrario, aunque se trate de un héroe patrio, es parte de una rivalidad sana que se disputa en las urnas y no en el campo de batalla, como ocurría en las monarquías.

Las democracias hoy han perdido este sano sentido del humor. El presidente Trump puede usar todo tipo de adjetivos en contra de sus contrarios, pero nadie puede hacer lo propio con él. Wikipedia tiene una entrada para el "síndrome de trastorno trumpiano", (TDS). Ester Goldberg, en el año 2015, definió el TDS como "la incapacidad de distinguir entre las diferencias legítimas de política pública y los signos de patología psicológica en el comportamiento de Trump".

Normalmente el elefante es identificado como un animal memorioso, inteligente, pero difícil de controlar. Una estampida de paquidermos puede arrasar con todo lo que tiene enfrente. El burro es un animal testarudo pero que termina por plegarse a los deseos de su dueño. En una reversión de esta analogía, Trump es terco como un burro, pero no sabemos quién controla a quién, si el establishment republicano a él o él a ellos. Para las instituciones globales post Segunda Guerra Mundial, fue como un elefante en una cristalería. Es una tristeza ver al partido de Lincoln avalando, o al menos no atacando, posiciones de superioridad racial. Es terrible verlos atacando al comercio global con políticas proteccionistas que usualmente eran más democráticas que republicanas.

Biden realmente es un burro (además de demócrata, es un candidato débil, anumérico, poco elocuente, ignorante en muchos temas), pero comparado con Trump, puede parecer un elefante a buena parte del electorado. Biden no hubiera ganado contra Reagan o Bush I, pero es posible que gane contra Trump. Los números parecen apilarse a favor del demócrata. El sitio de estadística fivethirtyeight.com de Nate Silver hizo una simulación tipo Monte Carlo con 40 mil posibles escenarios. En ellos, Biden gana en 77 por ciento, Trump gana en 22 por ciento, y en el 1 por ciento de los escenarios no hay mayoría en el Colegio Electoral y el Congreso decide.

Dicho eso, los números parecían apilarse a favor de la señora Clinton en 2016, y sabemos qué pasó. Le hicieron lobotomía y transplante de cerebro al elefante: le pusieron el de un burro.

Todos los analistas de la democracia americana nos han dicho cuatro años que observemos a Joe Sixpack en un local de traileros perdido en Tennessee. Ese es el verdadero elector. Ciertamente, a Trump le encantará suprimir todo lo que pueda el voto latino para que Joe vuelva a llevarse la elección.

Históricamente a los mexicanos nos ha ido mejor con los republicanos. Pensemos que Trump no es un republicano; es un hombre de negocios fracasado, estrella de entretenimiento, con anhelos de ser emperador del planeta. Es una vergüenza para el partido de Abe Lincoln. Si tenemos parientes en Estados Unidos de esos que tienen papeles y pagan sus impuestos, no dejemos de insistirles: voten por Biden. Lo importante es que Estados Unidos reconstruya un mundo con instituciones fuertes en donde podamos convivir todos.

COLUMNAS ANTERIORES

El reloj y las instituciones
Los gentiles y el hiperpeso

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.