En la reunión de política monetaria de junio pasado, la Junta de Gobierno del Banco de México decidió incrementar veinticinco puntos base el objetivo de su tasa de interés de referencia, para situarlo en 4.25 por ciento.
Este ajuste es el primero que ocurre después del ciclo descendente, iniciado en agosto de 2019, durante el cual ese objetivo se redujo un total de 425 puntos base.
En su comunicado, el Banxico reconoció que la inflación reciente resultó alta y las expectativas de corto plazo volvieron a aumentar. Por ello revisó, una vez más, sus proyecciones inflacionarias por encima de las del informe trimestral previo, con lo que postergó el trimestre a partir del cual prevé la convergencia a la meta de tres por ciento. Además, estimó que el balance de riesgos es al alza.
En consecuencia, el Banco Central consideró necesario ‘reforzar’ su postura monetaria para evitar un deterioro en las expectativas de inflación y propiciar el proceso de convergencia.
La decisión del Banxico es muy apropiada. Durante el presente año, la inflación anual, según el INPC, ha aumentado y, en promedio, durante el segundo trimestre alcanzó el doble de la meta.
Si bien en las variaciones anuales influyeron los efectos de base de comparación, son indudables las actuales presiones inflacionarias.
Específicamente durante la primera mitad del año, la inflación acumulada ascendió a 3.4 por ciento, más de tres veces el promedio observado en igual lapso durante los dieciocho años anteriores, para los que ya estuvo vigente el objetivo de tres por ciento anual. En términos anualizados, este crecimiento de los precios fue 7 por ciento.
De forma semejante la inflación subyacente, es decir, la que corresponde al componente que excluye los genéricos más volátiles, durante la primera mitad del año acumuló 2.8 por ciento, una y media veces la del pasado y 5.7 por ciento en tasa anualizada.
El elevado crecimiento de los precios, en especial el del subíndice subyacente, es notable si se tiene en cuenta que ocurre a pesar de una significativa brecha negativa del producto, o sea, un nivel de actividad muy por debajo del calculado como ‘potencial’. El hecho de que, incluso, la inflación de servicios haya ido en ascenso, redobla las dudas acerca de la capacidad predictiva de los indicadores de ‘holgura’ sobre la inflación.
Por otra parte, las presiones de inflación no han sido tan pasajeras como con frecuencia se arguye. Desde 2017, la inflación parece haber entrado a un régimen de inflación más alta. Su promedio ha rebasado, en más de medio punto porcentual, la cota superior del intervalo de variabilidad alrededor de la meta, y en más de un punto porcentual la media de los cinco años previos.
Según los criterios del Banco de México, el incremento de un cuarto de punto en la tasa de interés de referencia mantiene acomodaticia la postura monetaria, por lo que ésta continúa facilitando la reanimación económica.
Empero, el principal mérito de la decisión reciente es que envía una señal de que el Banco de México vigila la evolución de la inflación y no está dispuesto a aceptar desviaciones prolongadas respecto a la meta. De esta manera, busca fortalecer el canal de expectativas de la política monetaria, que es el más eficaz en el control de la inflación.
Algunos observadores han sostenido que, al no haber sido pronosticada por ningún analista, la resolución reflejó una comunicación inadecuada del Banxico. Sin embargo, esta preocupación pierde fuerza si se consideran los siguientes puntos.
Primero, ninguna autoridad monetaria da a conocer con anterioridad la magnitud ni el sentido de sus acciones, por lo que siempre puede haber errores de predicción en el mercado.
Segundo, la comunicación busca exponer las razones que pueden llevar al Banco Central a actuar. Una reiterada aclaración del Banxico ha sido que la política monetaria depende de los datos. Como el panorama empeoró, este instituto central decidió ajustar.
Tercero, en política monetaria no toda sorpresa es indeseable. Por ejemplo, si el mercado supone una tolerancia de la inflación mayor a la reflejada en el ajuste, la medida inesperada resulta positiva.
Cuarto, el error no fue tan grande. A manera de ilustración, en la encuesta inmediata anterior del Citibanamex, 28 de 29 analistas esperaban que el siguiente movimiento sería un alza de veinticinco puntos base. En otras palabras, la ‘falla’ fue sólo de fecha, no de sentido ni de magnitud.
Finalmente, aunque la decisión reciente fue acertada, la tarea no ha concluido. Es necesario que el Banco de México sostenga una política monetaria que, en los hechos, confirme su compromiso con el objetivo prioritario de la estabilidad de los precios.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).