Desde 2017, el Banco de México ha otorgado una importancia creciente en sus publicaciones a los pronósticos que elabora sobre la inflación.
En su informe del segundo trimestre de 2017, ese Banco Central inició la incorporación de la proyección central en las gráficas de ‘abanico’ de la inflación trimestral pronosticada, que venía divulgando en los informes desde 2011. Las gráficas de abanico presentan múltiples recorridos que la variable en cuestión podría exhibir en el futuro, denotando su probabilidad con la intensidad del color.
Asimismo, en el informe del cuarto trimestre de 2017, el Banxico empezó a publicar un cuadro con los pronósticos promedio puntuales para los siguientes ocho trimestres, y su comparación con los estimados previos.
Finalmente, en la decisión de política monetaria de agosto de 2021, ese instituto central comenzó a agregar el cuadro de los pronósticos puntuales, vigentes a la fecha de la reunión.
La mayor relevancia concedida a esas previsiones parece obedecer a la intención del Banco de México de adoptar un régimen de objetivos de inflación con base en pronósticos (IFT, por sus siglas en inglés).
De hecho, en dos reportes de 2017 y 2018, ese Banco Central explicó la importancia de los pronósticos como una herramienta esencial en el esquema de objetivos de inflación, que ha utilizado oficialmente desde 2001.
El papel de las predicciones se deriva del hecho de que la política monetaria actúa con rezagos variables, por lo que conviene calcular su impacto a lo largo del tiempo. El Banxico estima que, para el caso de México, el efecto cabal de sus acciones monetarias podría tomar entre cuatro y seis trimestres.
Según ese instituto central, el enfoque de IFT implica el compromiso de la autoridad monetaria de que la inflación se comporte de acuerdo con las proyecciones, por lo que, en caso de una desviación notable, debe considerar, junto con otros factores, ajustar su política. Así, los pronósticos de inflación se convierten en un objetivo ‘intermedio’, que debe ayudar a conseguir la meta inflacionaria.
Una ventaja esperada de la estrategia descrita es la mejora de la comunicación del Banco Central con el público acerca de la forma en que toma sus decisiones. Se supone que la mayor información robustece el canal de expectativas de la política monetaria y, en consecuencia, su efectividad.
Si bien es temprano para evaluar adecuadamente la contribución del esquema de IFT seguido por el Banxico, la información disponible revela ciertas limitaciones.
En particular, hasta la fecha, este enfoque no ha acelerado la convergencia de la inflación al objetivo de 3.0 por ciento, ya que, en promedio desde 2018, la inflación general anual se ha ubicado en 4.2 por ciento.
Este desempeño ha incluido registros cercanos a la meta por algunos meses, los cuales, sin embargo, han reflejado exclusivamente caídas sin precedente en la inflación no subyacente, cuyo comportamiento obedece a causas ajenas a la política monetaria. Por su parte, la inflación subyacente anual ha promediado 3.9 por ciento, no ha sido inferior a 3.5 por ciento, y durante 2021 ha ido en ascenso, alcanzando 4.9 por ciento en la primera quincena de septiembre.
En buena medida, los pronósticos se presentan como provenientes de una ‘caja negra’, pues no se proporciona un conjunto mínimo de condiciones cuantitativas que los justifican. Una variable central ausente es el nivel de la tasa de interés de referencia en el futuro. Su omisión hace pensar que ésta se mantiene constante, lo que contrastaría frecuentemente con las expectativas extraídas de encuestas e instrumentos de mercado. La transparencia parcial de los pronósticos corre el riesgo de confundir al público, limitando las posibilidades de comprensión acerca de las decisiones monetarias.
Como era de esperarse, los errores de pronóstico han resultado continuos y, en ocasiones, sustanciales, incluso para el corto plazo. Estos desaciertos, similares a los observados en las previsiones del sector privado, son inevitables, dado el carácter inherentemente incierto de la economía.
No obstante, las incorrecciones han conducido a la sistemática posposición de la convergencia, lo que en la reciente decisión monetaria requirió añadir un trimestre al horizonte de pronóstico, para estimar ahí su logro. La postergación interminable de la meta puede mermar la credibilidad del objetivo intermedio.
Estas y otras limitaciones sugieren la necesidad de adecuar el régimen de IFT para alcanzar los beneficios deseados. Dentro de las posibles modificaciones, destaca la conveniencia de reforzar el compromiso con la convergencia, mediante una respuesta más clara de la política monetaria a las desviaciones de la inflación respecto a los pronósticos.
Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).