Razones y Proporciones

La inflación es por la demanda

Durante el presente año, el consumo privado, que representa más de dos tercios del gasto interno, ha mostrado una recuperación mucho más robusta que la de la producción.

La elevada inflación durante 2021 en México ha dado lugar a confusiones de interpretación que algunos comentaristas han utilizado para minimizar la necesidad de una respuesta efectiva de política monetaria.

Una primera imprecisión se refiere a la inflación anual, la cual se describe como resultado transitorio de una “baja base de comparación”. Este razonamiento se usó a principios de 2021 para pronosticar un alza de la inflación anual de abril, a la luz del descenso mensual de precios que se registró en el mismo mes del año previo.

Sin embargo, la inflación anual se ha mantenido alta desde marzo, sin una relación clara con la base de comparación, y en noviembre alcanzó 7.4 por ciento, el ritmo más alto desde principios de 2001.

Además, la relevancia secundaria de la referencia al pasado se ha confirmado con el hecho de que la inflación mensual de noviembre del presente año ascendió a 1.1 por ciento, que equivale a una tasa anualizada de 14.6 por ciento. El reciente ritmo de crecimiento de los precios ha resultado muy elevado e independiente de lo que ocurrió doce meses atrás.

Una segunda confusión, invocada con mayor frecuencia a finales de 2021, sostiene que la inflación ha sido la secuela de “choques de oferta,” derivados del rompimiento de las cadenas globales de suministro a partir de la pandemia del Covid-19. Se concluye, así, que, como no puede remediar los problemas de distribución, la política monetaria no tiene mucho que hacer.

La caracterización anterior es inadecuada. Los choques de oferta afectan los precios relativos de los bienes, pero no causan inflación. Por ejemplo, debido a factores estacionales, en noviembre de cada año suele bajar el precio de la naranja y subir el del tomate verde. Las respectivas cosechas operan como choques de oferta favorables para la mencionada fruta y desfavorables para la hortaliza.

Los cambios en precios relativos ayudan a las personas a decidir de forma eficiente en torno a su patrón de consumo. Cuando un bien se hace más barato con relación a otros, los consumidores tienden a adquirir más de él y viceversa.

Pero la inflación no consiste en el cambio de precios relativos, los cuales, por lo demás, continuamente ocurren. La inflación surge cuando todos los precios y los salarios tienden a subir. Por ello, la inflación se define como el crecimiento sostenido en el “nivel general” de los precios.

En ese ambiente, unos precios suben más rápido que otros, distorsionándose, de paso, los precios relativos de los bienes y servicios, porque unos se encarecen más que otros, pero la tendencia general es que todos se incrementen.

El aumento generalizado de los precios durante 2021 se ha mostrado nítidamente en el país. Según cálculos del Banco de México, desde marzo, casi dos terceras partes de los genéricos del INPC han presentado aumentos mensuales anualizados de precios superiores a tres por ciento, y aproximadamente la mitad lo ha hecho por arriba de cinco por ciento.

Asimismo, durante el presente año, los salarios promedio total y de los trabajadores asegurados en el IMSS han aumentado a tasas anuales similares o mayores a la inflación.

Ahora bien, para que los precios en general suban de forma sostenida se requiere que el crecimiento de la demanda supere el de la oferta. Es decir, la inflación ocurre porque la gente busca gastar más que lo que la economía puede ofrecer.

El empuje de una demanda excedente durante el presente año ha sido un fenómeno global, liderado por las naciones avanzadas. En particular, en Estados Unidos, los cuantiosos programas de apoyo a las familias y los individuos atenuaron el impacto social del coronavirus, pero han propiciado la inflación.

Asimismo, la reticencia de los trabajadores a reincorporarse a la fuerza laboral y el impulso del gasto de los consumidores han contribuido a congestionar las cadenas de suministro. Al final, la inflación ha prevalecido porque la gente está gastando los recursos transferidos por el gobierno. El dinamismo de la demanda estadounidense se ha reflejado en crecientes precios de importación para otros países.

Empero, la inflación en México no ha tenido solo un origen externo. Existen indicadores que revelan presiones de gasto interno respecto de la oferta. Por ejemplo, durante el presente año, el consumo privado, que representa más de dos tercios del gasto interno, ha mostrado una recuperación mucho más robusta que la de la producción, si bien ambas variables no han alcanzado los niveles previos a la pandemia.

Los riesgos de una mayor inflación no pueden subestimarse. El Banco de México debe combatir con firmeza este fenómeno, a fin de evitar un deterioro de su credibilidad y, sobre todo, la irrupción de costos sociales más severos en el futuro.

Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)

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