El inicio de año ofrece la oportunidad de analizar las condiciones que se requieren para mejorar las perspectivas económicas de México.
El ejercicio propositivo es conveniente no solo para tomar distancia del pesimismo que provocan las tendencias del pasado, sino para recordar lo relevante hacia el futuro: que el desempeño de cualquier economía no depende, por lo general, de la suerte, es decir, de elementos fortuitos fuera de control, por más que éstos puedan influir, sino de un marco adecuado de políticas gubernamentales.
El corolario de este reconocimiento es simple: independientemente de la probabilidad de su acogimiento, existen formas de revertir el deterioro de la economía mexicana de los últimos años.
Sin duda, el progreso social depende de múltiples factores, por lo que su logro resulta una tarea compleja. Sin embargo, entre los desafíos económicos de corto plazo, destaca la urgencia de corregir el rumbo de dos indicadores básicos cuya evolución reciente ha menoscabado el bienestar de la población.
El primero consiste en el declive económico observado desde mediados de 2018, que ha abarcado contracciones del PIB en 2019 y 2020, así como la interrupción, durante 2021, del ‘efecto rebote’ derivado de la suspensión de las medidas de confinamiento frente al COVID-19.
Con base en datos ajustados por estacionalidad, el debilitamiento se ha prolongado con una caída del PIB durante el tercer trimestre y del IGAE en octubre, ambos de 2021. El retroceso durante más de tres años ha llevado al PIB a un nivel semejante al de igual lapso cinco años antes. Además, la desaceleración última ha sido abrupta si se tiene en cuenta que el IGAE de octubre resultó solo 0.3 por ciento superior al de dicho mes de 2020.
El descenso del PIB ha deprimido el ingreso por habitante, lo cual ha limitado las posibilidades medias de adquisición de bienes y servicios de la población.
Asimismo, durante el cuarto trimestre de 2021, el número de personas ocupadas apenas superó los niveles previos a la pandemia. Sin embargo, la tasa de ‘subocupación’, es decir, el porcentaje de individuos que tuvieron necesidad y disponibilidad de ofrecer más tiempo de trabajo de lo que su ocupación les demandaba, se mantuvo por arriba de la de febrero de 2020.
El débil desempeño económico de México contrasta con la recuperación vigorosa de Estados Unidos, economía cuyo PIB ha recobrado su senda de expansión de largo plazo. El hecho de que la extendida fortaleza estadounidense haya impulsado las exportaciones mexicanas apunta a que la trayectoria de la debilidad productiva de nuestro país tiene raíces internas.
Aunque podrían estar confluyendo diversos aspectos en este desempeño, resulta razonable agrupar un gran número de ellos en el modelo de ‘desarrollo’ adoptado por la actual administración, que ha amplificado la incertidumbre y los obstáculos a las actividades empresariales.
Retomar una tendencia de crecimiento requiere superar estas deficiencias, entre otras acciones, mediante el respeto al Estado de derecho y las ‘reglas del juego’, la eliminación de las barreras a la inversión y la promoción de la competencia.
Un segundo desafío se refiere al control de la inflación, que ha registrado tasas no vistas en mucho tiempo. En la primera quincena de diciembre de 2021, la variación anual del INPC alcanzó 7.5 por ciento, el ritmo más alto desde principios de 2001.
El agravamiento inflacionario ha involucrado una trayectoria ascendente de la inflación subyacente, es decir, aquella que excluye los genéricos más volátiles del INPC asociados a los precios internacionales o los fijados por el gobierno. En la quincena de referencia, el índice de precios subyacente aumentó 5.9 por ciento anual, la mayor tasa desde octubre de 2001.
Entre los daños de la inflación elevada destaca el efecto desproporcionalmente adverso sobre la población de menores ingresos. La erosión del poder adquisitivo de la moneda constituye un camino seguro para acrecentar la pobreza.
El control de la inflación requiere una postura monetaria firme por parte del Banco de México. El régimen de tipo de cambio flexible permite procurar la estabilidad de los precios, independientemente de lo que ocurra en el resto del mundo. Argumentar que la inflación en México es principalmente ‘importada’ es actuar con mentalidad de tipo de cambio fijo.
Finalmente, los retos a mediano plazo son más amplios, dentro de los cuales sobresale el acceso equitativo a una educación de calidad, como vehículo eficaz para la movilidad social. Empero, si no se resuelven los retos elementales, los avances en horizontes mayores difícilmente resultarán asequibles.
Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).