Razones y Proporciones

El decreciente estímulo monetario estadounidense

Los mercados confían en la capacidad del Fed de controlar la inflación sin grandes modificaciones en su política monetaria.

En enero de 2022, la inflación anual en Estados Unidos, medida con el Índice de Precios al Consumidor (IPC), llegó a 7.5 por ciento, la tasa más elevada desde febrero de 1982.

Este crecimiento de precios ocurrió como parte de una tendencia ascendente iniciada desde abril de 2021, cuando la variación anual del IPC se situó en 4.2 por ciento, ritmo que no se había observado en más de trece años.

De forma semejante, la inflación anual, calculada con el Índice de Precios de Gastos de Consumo Personal (PCE), indicador preferido por el Banco de la Reserva Federal (Fed), fue 5.8 por ciento en diciembre de 2021 y desde mayo de ese año ha sido igual o mayor a 4.0 por ciento, el doble del objetivo explícito de inflación de ese banco central.

Sin especificar el horizonte contemplado, en agosto de 2020 el Fed señaló que la mencionada meta debía interpretarse como un “promedio” a lo largo del tiempo y que, como en el pasado la inflación tendió a ubicarse por debajo de esa referencia, la política monetaria buscaría una inflación “moderadamente” por arriba de 2.0 por ciento.

De manera reiterada durante 2021, ese Banco Central calificó los mayores incrementos de precios como un fenómeno “transitorio”, diagnóstico que mantuvo hasta poco antes de concluir el año.

Como consecuencia, el Fed ha continuado con una política monetaria extraordinariamente expansiva. En particular, desde mediados de marzo de 2020, el intervalo objetivo de la tasa de interés de referencia se ha mantenido entre 0.00 y 0.25 por ciento.

Asimismo, hasta octubre de 2021, las compras mensuales de activos financieros ascendieron a 120 mil millones de dólares, lo cual llevó el balance del Fed a un nivel cercano a 37 por ciento del PIB.

Dada la considerable desviación de la inflación respecto al objetivo promedio descrito, finalmente en noviembre de 2021 este Banco Central decidió moderar gradualmente su postura monetaria laxa, mediante un programa de reducciones iguales en el monto de compras mensuales de activos financieros, hasta eliminarlas en junio de 2022. En diciembre de 2021, aceleró este plan para concluir en marzo de 2022.

En la reunión de política monetaria de enero de 2022, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) dio a conocer dos intenciones de cambio adicionales. Por una parte, anunció su expectativa de que “pronto” sería apropiado aumentar el intervalo objetivo de su tasa de interés de referencia.

Por otra, publicó unos principios para la reducción del tamaño de su balance, entre los que destacan los siguientes: comenzará después de haber iniciado el proceso de aumentos de la tasa de interés de referencia; ocurrirá de forma predecible, primordialmente, ajustando el monto reinvertido de los pagos recibidos de principal; y los detalles se ajustarán de acuerdo con la evolución económica y financiera.

Ambos anuncios resultan muy generales y están sujetos a cualquier tipo de modificación. Por lo mismo, es probable que la reacción del FOMC continúe siendo lenta, a pesar de las presiones significativas en materia de precios.

Un elemento que podría estar explicando la parsimonia en las modificaciones de la política monetaria de ese Banco Central son los niveles relativamente reducidos en los que han permanecido las tasas de interés de largo plazo, las cuales involucran, como un componente esencial, las expectativas de inflación en dicho lapso.

Por ejemplo, la tasa de interés del bono del Tesoro a diez años se ubica actualmente en 1.9 por ciento, un punto porcentual por arriba del registrado a finales de 2020 y muy distante de los niveles de dos dígitos observados en la primera mitad de los años ochenta del siglo pasado.

Al parecer, los mercados confían en la capacidad del Fed de controlar la inflación sin grandes modificaciones en su política monetaria. Obviamente, la credibilidad es un atributo que debe cuidar ese instituto central, ya que puede desaparecer si los resultados no confirman esa expectativa.

Finalmente, algunos especialistas han argumentado que el Banco de México debería regir su política monetaria en los próximos meses “siguiendo” los posibles incrementos en la tasa de interés del Fed.

Sin embargo, aunque las decisiones del Banco Central estadounidense constituyen una condición externa importante, parece inapropiado que el Banxico adopte una postura exclusivamente de seguidor.

La inflación elevada en México ha sido un fenómeno mucho más prolongado que en Estados Unidos. Además, a diferencia de ese país, las expectativas de inflación de largo plazo, según se desprenden de las tasas de interés de mercado, han sido mayores y más volátiles. Por ejemplo, el rendimiento del bono gubernamental a diez años se ubica actualmente en 7.8 por ciento, 2.3 puntos porcentuales por arriba del observado a finales de 2020.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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